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El clima enloquecido

Si por aquí llueve en esta temporada seca y calurosa, en el sur del continente las sequías no paran aún en invierno y el agua ya escasea para atender la demanda como sucede en Sao Paulo, Brasil. Y así abundan los ejemplos.

20 de agosto de 2021 Por: Editorial .

¿Le parece que estos meses de verano en Colombia, en los cuales lo normal son las temperaturas altas y las pocas lluvias, están siendo diferentes a los de años atrás? Pues no se equivoca, el clima en el país está cambiando, como ocurre en el resto del mundo, y las consecuencias se están sintiendo.

Para los caleños, julio y agosto han sido atípicos. Muchas precipitaciones inesperadas, temperaturas que suben a 30 grados centígrados y después bajan casi a los 18°C, o días de calores extremos y noches en que hay que sacar la cobija. Incluso los meteorólogos últimamente hacen pronósticos que están errados, porque parece imposible predecir qué pasará en las siguientes horas.

Y así como en este lado del Planeta está cambiando el régimen de temporadas y lo que cada una conlleva, al otro lado se padece por las inundaciones, los incendios forestales arrasan miles de hectáreas con pueblos incluidos, las temperaturas llegan a números inconcebibles, como los 50,2°C que alcanzó Túnez, o lo que viven varias ciudades de España donde en cuestión de minutos las temperaturas han subido hasta diez grados centígrados, de 28 a 38 o de 31 a 39, sin explicación alguna.

Por ello no hay más opción que hacerle caso a los informes que se han presentado en las semanas recientes, que dibujan el panorama al que se está sometiendo a esta gran y única casa en la que habitan hoy 7.500 millones de personas, muestran las consecuencias y hacen un llamado para que se tome conciencia sobre lo que hay que hacer si se le quiere conservar.

Las naciones de América Latina y más Colombia que está entre las que aún conservan la mayor parte de sus recursos naturales a pesar de las pérdidas que presenta, no pueden ser indiferentes a ese llamado, porque serán también las que más padezcan las consecuencias como ya se está viendo. Si por aquí llueve en esta temporada seca y calurosa, en el sur del continente las sequías no paran aún en invierno y el agua ya escasea para atender la demanda como sucede en Sao Paulo, Brasil. Y así abundan los ejemplos.

Son razones suficientes para tomar conciencia de esa realidad que no se puede ignorar y responsabilizarse por las acciones o las omisiones. Por ejemplo, ya no se puede seguir pensando en proteger la extracción y promover el uso de los combustibles fósiles, a pesar de la desventaja de significa para la economía colombiana. Las inversiones tienen que hacerse en la producción de energías verdes o sostenibles y en ir haciendo ese tránsito hacia ellas de la forma más ágil que se pueda.

Además no hay otra opción que cumplir con la protección y restauración de los ecosistemas y de las especies que los habitan. La nación no puede permitir más que desaparezcan 180.000 hectáreas de bosques al año que no alcanzan a remplazarse ni porque se siembren 80 millones de árboles al año, o que ante los ojos de todos la minería acabe con los recursos hídricos y con la vida que albergan.

Ahora, a pocas semanas de terminar oficialmente la temporada seca en Colombia, que de seca poco ha tenido, las autoridades meteorológicas anuncian un 69% de probabilidades de que se presente el fenómeno de La Niña, que traería consigo más lluvias y, ojalá no, los desastres que suele provocar. Con este clima enloquecido, producto del cambio climático, cualquier cosa puede suceder y seguirá siendo así mientras no actuemos en consecuencia.

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