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Amenaza en serio

Los cuatro huracanes de grado 4 y 5 que se han presentado en el Caribe en el último mes, son la demostración de que el cambio climático no se puede seguir ignorado.

21 de septiembre de 2017 Por: Editorial .

Los cuatro huracanes de grado 4 y 5 que se han presentado en el Caribe en el último mes, son la demostración de que el cambio climático no se puede seguir ignorado. Por eso no es de extrañar que a la par con las preocupaciones por las guerras y los conflictos, ese haya sido el asunto que más concitó la atención en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas.

La furia de Harvey en su recorrido por Texas, de Katia por el sur de México y luego de Irma por el estado de la Florida, seguida por José y ahora por María en las Antillas menores y en las islas del Caribe, es asociada por investigaciones científicas al calentamiento global. La catástrofe que dejó Irma aún no termina de calcularse en islas que quedaron devastadas como Saint Martin, Turcos y Caicos, Islas Vírgenes, o Cuba, a donde poco se han dirigido las miradas solidarias.

Con María, que aún sigue su curso, varias de ellas volvieron a sufrir sus embates llevándose lo poco que quedaba. En otras como Dominica la tragedia fue general y de ella no se salvó su Primer Ministro que perdió su casa y clama por ayuda para su país. Con 11 muertos y desolación por doquier, Puerto Rico ha sido declarada zona de desastre, mientras República Dominicana aún hace un registro de sus daños en todo su territorio.

Las víctimas mortales de Irma fueron 82; las de María ya llegan a 18 y se siguen contando. Esos rastros de destrucción y muerte son cada vez peores, y sumen en un caos, a veces de forma indefinida, a los países que los sufren. Haití es un ejemplo de ello. El país más pobre de América es blanco constante de los huracanes y de la imposibilidad de levantarse después.

La historia es similar al otro lado del mundo, en Asia, donde los tifones arrasan islas, devastan países y causan miles de muertes cada año. Los desastres causados por fenómenos naturales cada vez más intensos y devastadores son una realidad.

En la apertura de la Asamblea, el secretario general, Antonio Guterres, dijo: “El año pasado fue el de más calor de la historia. El último decenio ha sido el más caluroso del que se tenga noticia. La temperatura media mundial sigue elevándose, los glaciares están menguando y el permafrost está disminuyendo. Millones de personas y billones de activos están en peligro por el aumento del nivel del mar y otras perturbaciones del clima.

El número de desastres naturales se ha cuadruplicado desde 1970. Los Estados Unidos, seguidos por China, la India, Filipinas e Indonesia, han sido escenario de la mayoría de los desastres desde 1995: más de 1600, o uno cada cinco días”.

Esas palabras fueron seguidas de los discursos del Presidente de Francia, la presidenta de Chile, Michelle Bachelete, y buena parte de los mandatarios que acudieron a la cita. Ellos reflejan la intranquilidad y la urgencia de que se comprenda la situación a la que se enfrenta la humanidad.

Frente a ello no se puede seguir con la discusión sobre las consecuencias del uso de los combustibles fósiles, o defendiendo intereses particulares. De lo que se trata es de la destrucción del hábitat del ser humano y de la obligación de proteger la vida de millones de personas.

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