Voto limpio

Algún día el voto limpio será mayoría para comenzar a cambiar a fondo una tierra como esta que merece mejor suerte

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6 de mar de 2022, 11:40 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 11:40 a. m.

Colombia vuelve a las urnas. En esta oportunidad eso debería tener de parte de nosotros un mayor sentido de responsabilidad y conciencia.
Primero, por las muy difíciles circunstancias que vivimos hoy en el país. Ya sabemos cómo anda esta nación, más descuadernada que nunca. Lo que no es poco. Más, si uno se toma el trabajo de mirar hacia atrás en busca de buenos tiempos, porque bastante hay que escarbar en la tarea de dar con momentos gratos.

La realidad cruda y dura nos dice que la situación general no termina de empeorar, por encima de los cálculos más pesimistas. Eso que algunos sectores cercanos al Gobierno aceptan y ya no en voz baja.

Pero, además, a la hora de votar los colombianos deberíamos entender que el palo del mundo no está para cucharas. Veníamos de esta pandemia que nos ha dejado al borde del nocaut y ahora nos cae encima una guerra de imprevisibles consecuencias.

Mejor si nos olvidamos de que esto solo es Moscú contra Kiev. Las consecuencias de esta guerra van más allá. La reacomodación de fuerzas que se viene dejará un mapa nuevo en el planeta. No menos en América Latina. Lo dicen los expertos y lo muestran los hechos.

Sobre eso mismo, miren: nunca como antes la influencia de los Estados Unidos en la región había sido menor. Y nunca antes, desde los ya lejanos tiempos de la Unión Soviética, Moscú había tenido tantos intereses, desde geopolíticos hasta comerciales, hacia nosotros. Y eso sin hablar de la presencia, muy grande y evidente, de la República Popular China en nuestras vidas.

Claro está, la pregunta que nos hacemos es si la guerra como tal nos alcanzará en términos armamentísticos y bélicos. No lo creo. En cambio, sí estoy seguro de que lo hará en otros órdenes.

En definitiva, comienza una nueva era. Ni más buena ni más mala. Este nuevo mundo resulta de la doble vuelta de tuerca del Covid-19 y de un conflicto de proporciones que no deja indiferente a nadie.

Entonces, porque los líos, los desafíos y las oportunidades son otros, vale la pena entregarle nuestro futuro inmediato a los mejores.

No me voy a poner aquí a recomendar por quién votar y por quién no hacerlo. La verdad, no es tan difícil dar con los primeros, si al menos nos tomamos el trabajo de leer las propuestas para determinar el grado de seriedad que ellas tienen.

Y también es fácil detectar a esos otros que no merecen más que desprecio a la hora de marcar el tarjetón, o los tarjetones.

A casi todos ellos se les ven las orejas de lobo en el disfraz de oveja que llevan puesto. A veces, sus mensajes a los electores los delatan. ¿Acaso, se puede esperar algo bueno de quien solo pide que voten por él o por ella, por el simple hecho de ser un ‘anti’ de otro sector político? ¿O de aquel que tiene la desfachatez de pedir respaldo en la lucha contra la corrupción, cuando el partido que le dio el aval es el mismo que encabeza la lista de gente más emparentada con esa peste?

Si ese tipo de sinvergüenzas llegan al Congreso, lo que quedaría en evidencia no es lo listos que son sino lo imbéciles que resultan ser quienes les creen y los eligen.

Otra cosa es que, como siempre, los ríos de plata se llevarán consigo la voluntad de muchos colombianos.

No descarto que el próximo domingo haya un revolcón en el Legislativo. Igual, se quedará corto ante quienes son viejos zorros en esto de las componendas. Muy en la noche, se van a reír de nosotros y de la democracia.

Pero así como es imposible cortar de tajo tantas mañas y juego sucio, esa gente tampoco tiene cómo parar a quienes obran con auténtico espíritu ciudadano. Como seguramente lo hará usted, votando de manera libre e independiente. Algún día el voto limpio será mayoría para comenzar a cambiar a fondo una tierra como esta que merece mejor suerte.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

Directora de El País, estudió comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana. Está vinculada al diario EL País desde 1992 primero como periodista política, luego como editora internacional y durante cerca de 20 años como editora de Opinión. Desde agosto de 2023 es la directora de El País.

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