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Un estadio, un país

La violencia, nuestra eterna compañera nacional, no se hizo del rogar. Pronto se pasó de los cánticos hirientes y las provocaciones a los proyectiles para lastimar a los otros.

9 de agosto de 2021 Por:

Espejo de lo que pasa en Colombia fue la horrible noche de la semana pasada en ‘El Campín’. Vean no más:

Una dirigencia, como muchas otras dirigencias, que rinde culto a la incompetencia y a la ambición. Tal cual, la de la Dimayor, loca por meter gente a los estadios cuando faltan tantos por vacunar. Y todo por la plata. Con nada menos que un partido de altísimo riesgo: Santa Fe vs Atlético Nacional. Y una administración local incoherente, porque dio el brazo a torcer cuando menos debía. Y peor aún que la alcaldesa Claudia López, tras hacer el saque de honor, salió corriendo para su casa. Como primera autoridad de la ciudad, debió quedarse a vigilar el curso de los acontecimientos.

La violencia, nuestra eterna compañera nacional, no se hizo del rogar. Pronto se pasó de los cánticos hirientes y las provocaciones a los proyectiles para lastimar a los otros. Luego, el vulgar asalto, la toma física, a la tribuna familiar donde niños, madres y abuelos habían sido puestos en la boca del lobo. Y pasó lo que pasó, porque ya sabemos en qué terminan en Colombia las tomas, de lo que sea y por parte de quienes sea.

¿Y la Policía? Bien, gracias. Desbordada por la situación, incapaz de frenar la cacería de colores que corría a rienda suelta por las gradas. Con algunos de sus miembros sentados y cómodos, oteando el panorama.
¿Ah, es que eran los comandantes? Peor, aún. Nada diferente a lo que suele verse en nuestras calles.

Justicia por mano propia, eso que desde hace tanto es parte de nuestro paisaje. Cuando inermes rojos en la tribuna aquella estaban cercados por los verdes, desde el otro extremo de la cancha saltaron miembros de la llamada ‘Guardia Albirroja’ para, supuestamente, defender a los suyos.
Ellos, los barristas, vitoreados por quienes estaban en otros sectores del estadio. Esos supuestos indiferentes que en esta sociedad posan de ‘ajenos’ o de superiores morales, pero en realidad son barras bravas.
Igual, uno se los encuentra alentando en el estadio o en marchas, mientras dicen lamentar la triste suerte de los demás. Solo que con la condición de que piensen como ellos. Porque si los caídos son del otro lado, “merecido lo tienen”.

Medios de comunicación más interesados en sus pingües ganancias que en la verdad. Vi el partido por televisión y ahí no pasó nada más que un largo entretiempo, en el que, aparte del generador de caracteres que hablaba de “desmanes”, nadie aportaba información sobre lo delicado que pasaba allí. Así como cuando en otros temas nos enteramos de muy poco de lo que en realidad pasa en Cauca, en Putumayo, en Nariño, en el Catatumbo, en...

La impunidad, esa que le permitió quedar libre de inmediato a quien millones vimos atentar a pata contra la vida de otro ciudadano. Última hora, lo acaban de capturar. Ya veremos si paga por tentativa de homicidio.

La venganza, siempre ciega y sorda. Esa de delincuentes con la camiseta de mi equipo, el Santa Fe (aunque los hay en todos), que esa misma noche la emprendieron a machete, y robaron sus pertenencias, contra niños de una delegación deportiva de Risaralda que estaba en Bogotá, por el simple hecho de ir vestidos de verde y blanco. Eso me recordó aquel tristemente célebre hecho de la violencia bipartidista cuando bandoleros cometieron una masacre contra músicos del Conservatorio de Caldas, creyendo que eran miembros del Partido Conservador.

El olvido y la hipocresía: sí, fue muy grave lo que pasó en Bogotá, pero sobre el tema de la violencia en fútbol hay cosas mucho peores. ¿O dónde están los resultados de las investigaciones por los asesinatos en doce años de 149 personas, por el mero hecho de llevar puesta la camiseta de un equipo contrario, como lo denunció en su momento este diario en el extraordinario trabajo periodístico ‘Pasión mortal’* de autoría de Hugo Mario Cárdenas?

Sí, aquella noche ‘El Campín’ fue un país. Y suerte igual nos esperará si, entre todos no paramos esa barbaridad.
Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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