Sensatez
Saben los gobernantes que el poder desgasta y los costos políticos no dan plazo al pasar la cuenta por ventanilla.
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El Gobierno dijo poco o nada en su medio oficial, la cuenta de Twitter del presidente Gustavo Petro, sobre el resultado de la reciente encuesta Pulso País, de Datexco. En ella, su imagen favorable cae diez puntos, del 54 al 44 %, entre octubre y febrero.
No estaba obligado a pronunciarse. Ya sabemos que a esta administración, como a todas, dichos estudios de opinión solo parecen importarles si salen bien libradas.
Cosa diferente es lo que alertas de este tipo, favorables o no, generan de puertas para adentro. Porque no hay jefe de Estado o alcalde del municipio más chico que pueda pasar orondo ante resultados que tienen que ver directamente con lo que están haciendo o dejando de hacer.
Diría que, por el contrario, la reacción es inmediata, con revisión a comportamientos y estrategias. Al fin y al cabo, si algo cuenta para el éxito de una gestión, aparte de los hechos, es eso a lo que, a veces con aire despectivo, llamamos percepción.
Percepción que, valga decir, ha cambiado mucho en los últimos tiempos, a la misma velocidad que está cambiando el mundo. Entonces, lo que antes era ‘run run’ en calles y cafés, ahora se plasma en ese inmenso escenario que son las redes sociales, hasta convertirse en tendencia. Eso sí, manifestaciones no siempre espontáneas, sino fruto de bodegas que hacen esa tarea con eficiencia digna de otras causas.
Por eso quizás hay un insospechado espejo en el que se miran lo que arroja una encuesta y eso que se lee, como percepción, en las redes sociales.
¿Qué saldría de ahí en el caso Petro? Varias cosas. La primera, de cara al trabajo de Datexco, dice que el Presidente entró en ese desierto por el que más temprano que tarde transitan quienes se estrenan en el desafío que implica un mandato.
Saben los gobernantes que el poder desgasta y los costos políticos no dan plazo al pasar la cuenta por ventanilla. Con mayor o menor celeridad, dependiendo de diversos factores. En el caso de Colombia, al igual que en otras democracias, la polarización puede ser un catalizador de enormes proporciones.
Se preguntará el Gobierno de Gustavo Petro, sin reconocerlo, por supuesto: ¿Dónde en particular radicará ese desencanto, o preocupación, que castiga con diez puntos negativos, nada poco, en un lapso tan corto?
¿Acaso, en mayor parte, entre los opositores? ¿De pronto, simples simpatizantes? Pero, ¿qué tal si eso esté sucediendo entre sus militantes?
No lo sabemos desde la medición científica, a excepción de que el encuestador tenga esos datos, porque así lo contempló dentro de la investigación que adelantó. Es decir, si les preguntó por la posición política.
Otra cosa es la percepción, por ejemplo en Twitter. Por encima de las barras bravas de lado y lado, la pregunta es: ¿Qué está pasando entre quienes apostaron por el Pacto Histórico? ¿Se mantienen tal cual, a pie juntillas, al lado de su jefe? ¿O comienzan a marcar distancia frente a él y sus políticas oficiales sobre temas gruesos, como salud, transición energética y demás asuntos primeros de la agenda?
Mi percepción, la mía y nada más, es que sí, que comienzan a crecer los reparos. Eso, antes que fuego amigo, es simple sensatez, esa última palabra que siempre será la mejor.
Ahora, de ahí a que Petro los escuche, hummm.
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