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Sapiens y neandertal

Los seres humanos hemos pasado del 95 por ciento de nuestra existencia en la prehistoria. Yo no sacaría pecho.

19 de septiembre de 2021 Por: Vicky Perea García

Confieso, no sin vergüenza, que lo que sé sobre Harry Potter no lo debo a la lectura sino a mi hijo menor y al cine, en ese orden. Pero coincido en cambio con JK Rowling, creadora de Potter, en que “algo muy mágico puede suceder cuando se lee un buen libro”.

Digamos que siempre pasa. Aunque no sé si esta vez la magia de la que habla la señora Rowling se traduzca en mi caso no solo en magia sino en una revolución interna. Porque aquello sobre lo que hablan Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga en ‘La vida contada por un sapiens a un neandertal’ (Alfaguara, 2021) me anda siguiendo ahora a todas partes.
Para comenzar, por mi simple condición de bípedo, algo en lo que no me había detenido. Aunque no lo crean, caminar en dos patas y no caer a cada paso es auténtica magia o quizás un milagro.

Conocía la fantástica prosa de Millás y bien poco a Arsuaga, con lo cual me sumo otro pecado al ya dicho de pasar de largo ante el niño del legado maldito. Pero hay algo peor -me levanté hoy de un sincero terrible-, si me dicen que se juntaron el escritor y periodista Millás con el catedrático y paleontólogo Arsuaga para hablar sobre la vida, pues me tomo mi tiempo para leerlos.

Menos mal me apuré. Porque me he divertido como mi hijo con Potter, y estoy seguro que dentro de muy poco él va a encontrar en Millás y Arsuaga dos tipos que lo meten en la aventura más apasionante, esa de saber qué de verdad somos. No voy a decir que poca cosa, pero casi. Entre otras, si partimos de un pequeño hecho que ellos anotan ahí: los seres humanos hemos pasado del 95 por ciento de nuestra existencia en la prehistoria. Yo no sacaría pecho.

El libro también resulta casi excepcional porque logra sentar juntos a un sapiens y a un neandertal sin que alguno de los dos muera en el intento. Y es que en el desarrollo del trabajo periodístico viví, en cuero propio y como testigo, la pena de fallar en la apuesta de tender un puente entre hombres y mujeres de la ciencia y, nosotros, comunicadores. ¿Razones? Diversas: mirarse unos a otros por encima del hombro o no encontrar un lenguaje común, que no es lo mismo que una lengua común.

En realidad, disculpas chimbas. Porque, como lo acepta Millás, hay aquí, en este texto, nada más que un paleontólogo que obra como enseñante compulsivo y un periodista que anda insaciable, como debe andar todo alumno que se precie de serlo. Eso sí, sin tragar entero, cosa que no dice Millas pero que pongo yo aquí, porque sé que así debe ser y a lo mejor él está de acuerdo. Aparte, abunda otro elemento, el humor. Eso mismo que distingue a la mayoría de los seres humanos y a los chimpancés de los autócratas y de esos políticos perversos y enredadores.

Tras leer los febriles encuentros por citas que se ponen los autores en museos, parques para niños, a campo abierto o en un bar, uno concluye varias cosas. La primera, la vida es fascinante si sabemos de qué trata. La segunda, tener un maestro como Arsuaga y un compañero de pupitre como Millás no tiene precio. La tercera, la fórmula más exitosa de la vida es escuchar antes de hablar. La cuarta, la mejor respuesta no es aquella que presume de ser punto final sino esa que da lugar a nuevas preguntas.

Y además una quinta: lamentablemente, la enseñanza no es el fuerte de la humanidad. Lo digo con respeto, porque sé que hay gente que se rompe el lomo en esa tarea. Si de aprender se trata, un buen recurso es contar con sapiens como Arsuaga. Sé por qué lo digo, como el neandertal que soy y que seguiré siendo hasta morir. A propósito, de eso también hablan juntos, de la muerte, uno de nuestros mayores signos de atraso. Cosa que no voy a explicar aquí. Ya usted, con el libro entre manos, sabrá qué camino coge.

En fin, una dicha. Como la de escucharlos mañana martes en la mañana, en la apertura del ‘Oiga, Mire, Lea’.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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