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Modelos para crisis

Modelo uno es el omnipotente Donald Trump que se ha sentido Luis XIV en una nueva versión de ‘El Estado soy yo’.

10 de mayo de 2020 Por: Víctor Diusabá Rojas

Dos preguntas, aparte de otras, deben rondar las cabezas de quienes están al mando de sus respectivos barcos en medio de la actual tormenta: 1- ¿Qué tal lo estoy haciendo? 2- ¿Cómo saldré librado, en términos políticos, de esta prueba?

¿Qué tal lo estoy haciendo? Difícil saberlo. Y peor si quienes mandan se guían por los áulicos que siempre forman parte de los círculos gubernamentales y que tanto daño suelen hacerles a sus jefes. Más bien, las respuestas inmediatas y más claras están en las cifras y en expertos de esos que aún hay a prueba de reconocimientos y elogios palaciegos.

El problema es que las cifras, casi nunca como antes, son deleznables. Y no por falta de instrumentos sino porque las variables son tantas que lo único aconsejable y prudente ha sido volver a trabajar en el método más antiguo usado por el ser humano: ensayo y error. En la actualidad, los estimativos, tan válidos en otros campos del saber, han pasado a ser aventurerismo puro. Con todas sus consecuencias en materia de incertidumbre.

Por supuesto, sería tonto negar que hay luces. Algunas de ellas tardías y abiertas en medio de la tragedia, como pasa en Italia y España (casi 60 mil muertos entre ambas naciones). Solo que viene una nueva fase, y probablemente otras más, en la que sabrán si ya pisan tierra firme o deberán volver a empezar o a encerrarse.

Lo que en cambio sí está claro, en especial para quienes gobiernan las grandes potencias, es a cuál modelo le apostaron para hacer frente a esta crisis. Sobre eso, creo que no figuran más de cuatro opciones en la carta:

Uno, el modelo absolutista. Dos, el populista. Tres, la mezcla de ambos. Y un cuarto…

Modelo uno es el omnipotente Donald Trump que se ha sentido Luis XIV en una nueva versión de ‘El Estado soy yo’. Ahí queda como testimonio el negacionismo al virus que ahora sus ciudadanos pagan con sus propias vidas. Y no menos, las ocurrentes recetas de antídotos o las convocatorias a salir, pese a todo, de manera masiva a las calles.

Pero también Trump ha sido modelo dos, cuando obra cual Perón o Franco en sus tiempos. Es aquel ‘El pueblo soy yo’ con el que pide que le dejen firmar y estampar su nombre en los cheques de ayuda estatal que quiere hacerlos pasar como suyos, nada más que una vergonzosa estrategia electoral. Maldita costumbre esta de muchos gobernantes de convertir el erario en supuesta plata de sus propios bolsillos. Mentirosos.

Vladimir Putin también es modelo uno, porque siempre ha sido el Zar.
Pero le asalta ese otro, el populista y el camarada. Y en tierra fértil. Por eso, en gesto digno del padrecito Stalin, mandó a todos de vacaciones remuneradas (jugada, además, en la misma vía de eternizarse en el poder). Pero el virus no le hizo caso y se quedó trabajando. Rusia amenaza ahora con ser un nuevo gran escenario de la pandemia.

Xi Jinping (otro empeñado en atornillarse al puesto de mando hasta el fin de sus días) es un modelo dos que sabe esconder bien en la República Popular de China su carácter de modelo uno, como el emperador que es.
Con habilidad, Jinping ha puesto la cara más bien poco. Esa tarea de culpas y responsabilidades se la ha sabido endosar a autoridades provinciales, como en Wuhan, mientras él hace mutis por el foro.

El cuarto modelo es el de Ángela Merkel, quizás el (la) líder mundial que menos ha hablado, porque los resultados lo hacen por ella: Alemania es, otra vez, el ejemplo a seguir. Fruto de ella, pero también de un pueblo que, en su mayoría, se ha mostrado responsable para jugar un papel trascendental en este momento de la historia. Pura sociedad civil en ejercicio.

¿Y Bolsonaro? Bolsonaro ni siquiera resiste análisis.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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