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Luda Merino

Las restauraciones de Luda son una forma de hacer memoria por parte de quien conoce el dolor propio, sin olvidar el de los demás.

Vicky Perea García

23 de oct de 2022, 11:40 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 12:14 p. m.

Luda, así se llama ella: Luda Merino. Tiene 20 años y vive aquí, en Madrid. Nació en Siberia, pero es española por adopción de una familia local.

La encontré en Twitter (no todo es basura allí) en la cuenta ‘Restaurando su dignidad, @RestaurandoDign. Ahí pone fotos de víctimas del fascismo, aunque no de cualquier manera.

Antes hay un detalle nada menor sobre su vida y su salud. Asunto que podría ser privado pero que ella misma se encargó de hacer público.
Luda sufría, o llevó consigo, lo que se conoce como ‘disociación del dolor’.
“Yo dejé de sentir un montón de cosas, no solo el dolor; me acuerdo de que tampoco sentía frío, tampoco sentía fatiga...”, contó en una entrevista
https://www.niusdiario.es/salud-y-bienestar/coaching/entrevista-luda-merino-experiencia-disociacion-dolor_18_3262095668.html

Algo muy anormal. Es un hecho que casi todos pasamos por esa “percepción sensorial localizada y subjetiva que puede ser más o menos intensa, molesta o desagradable y que se siente en una parte del cuerpo”, como reza la definición clásica.

Luda, y quién sabe cuánta gente más, no. No les duele nada a pesar de que padezcan de una enfermedad que les genere eso, o se quemen o se golpeen.

No entro a profundizar sobre el tema. Doctores tiene la ciencia. Sigo con Luda. Ella achaca esa carencia a falta de atención de quienes estaban a cargo de su cuidado en el orfanato ruso en el que pasó años de su infancia.

Con eso tuvo que lidiar su nueva familia, una vez llegó a España. Por eso, a menudo la revisaban a ver si había sufrido algún accidente casero, o similar, del que no se enteraban por cuenta de su mutismo. Menos mal, aprendió a quejarse, eso que ahora cuenta para dar a conocer el drama de quienes sufren de lo mismo. Aquellos que desde silencio claman atención.

Hasta aquí Luda, la mujer valiente que corre ese velo para que conozcamos un mundo invisible a todas luces.
Su otro capítulo es ese que cito en principio: sus fotos y una causa para no dejar morir la memoria de quienes fueron víctimas de diversas formas de fascismo en la primera mitad del siglo pasado.

Más allá de las herramientas de la tecnología que usa, lo que más despierta admiración de su trabajo es la inmensa sensibilidad que nos entrega en cada retrato.

Los personajes de esas fotografías le han llegado de manos de sus deudos y allegados. No siempre en las mejores condiciones. Son fotos ajadas por el paso del tiempo y el involuntario manoseo de generaciones ávidas de tocar a quienes fueron suyos y la intolerancia se los arrebató.
Luda restaura las fotos y las colorea. Y agrega a esas imágenes la historia de sus tragedias o de sus epopeyas, depende del caso.

Son rostros que nos dicen muchas cosas. Como el de Klara Koba, una niña húngara a la que hombres de la Alemania nazi se llevaron a Auchwitz, donde murió, como miles y miles más.

O como el de José Epita Mbomo, español nacido en Guinea, entonces colonia. Negro, José plantó cara primero al racismo para luego combatir el franquismo y después el nazismo en la Segunda Guerra Mundial. En ambos casos cayó prisionero y sobrevivió para contarlo.

Las restauraciones de Luda son una forma de hacer memoria por parte de quien conoce el dolor propio, sin olvidar el de los demás. Así ellos no parezcan ser más que eso, la foto de un viejo álbum.

Sobrero: El éxito de la selección nacional femenina de fútbol sub 17 muestra dos caras de una misma moneda. Una, la enorme capacidad de deportistas como ellas para vencer todos los obstáculos. Dos, la escandalosa vigencia de unos barones expertos en abusar, ese verbo que conjugan a diario en medio de la más flagrante impunidad.

Vicky Perea García

Directora de El País, estudió comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana. Está vinculada al diario EL País desde 1992 primero como periodista política, luego como editora internacional y durante cerca de 20 años como editora de Opinión. Desde agosto de 2023 es la directora de El País.

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