La bici oportunidad

De las tantas cosas que fruto de la pandemia están cambiando, una de ellas es la movilidad. Más aún en el transporte terrestre, por razones del necesario distanciamiento social. En ese sentido, quizás sean los medios masivos (buses y trenes, donde los hay) los menos apetecidos (otra cosa es la necesidad de usarlos). Luego, taxis y aplicaciones, seguidos por vehículos particulares (carros y motos), sometidos estos últimos a los vaivenes de las medidas restrictivas.

Queda entonces echar pata, o bicicleta. Y sucedió entonces lo que tenía que pasar, que la bici se convirtió en el mejor recurso para moverse y apunta a serlo para el futuro.

Lo increíble de esta historia es que el invento de esa máquina de pedales por parte del escocés Kirkpatrick Macmillan en 1839 se hizo más necesario que nunca casi 180 años después, en un mundo como este de 7625 millones de habitantes y potenciales clientes.

Los diagnósticos y las cifras refrendan esa situación. En Colombia distribuidores y consumidores se quejan hoy de escasez, tanto de máquinas como repuestos. En Europa, las ventas se han multiplicado ya por tres en algunos países. Hablamos de un continente donde el uso de la bici ha sido en las últimas décadas un hecho de inmensas proporciones, en una mezcla de tradición, sentido ambiental y tendencia.

En los Estados Unidos, sociedad tan apegada al automóvil, dicen que entre mayo de 2019 y el mismo mes de este año ese mercado se ha trepado un cinco mil por ciento. Los chinos, también bicicleteros de toda la vida, demandan hoy cinco veces más que antes de este rollo del nuevo coronavirus. Se explica así porque nosotros, más importadores que ensambladores, comenzamos a sentir la escasez de oferta.

Entramos pues en un nuevo mundo colmado de bicicletas y ciclorrutas que comienzan a dar lugar a un nuevo paisaje en las grandes urbes y en las pequeñas poblaciones. Está claro que los mandatarios deberán garantizar los derechos de esa nueva tribu. Y los ciclistas, hacer de su práctica un avance en términos de medio ambiente, salud, calidad de vida, amén de inmensa contribución a la movilidad misma.

Frente a todo eso y en medio de la difícil situación social y económica que nos espera, vale preguntar a los que saben: ¿No hay aquí acaso una oportunidad para la industria nacional en procura de satisfacer parte de la demanda nacional y, a la vez, plantearse la posibilidad de crecer hasta figurar en el negocio de las bicicletas, al menos en el circuito regional?

Si uno mira el ranking de los mayores exportadores de bicicletas, ahí son punteros China Popular, Países Bajos, Alemania e Italia. Pero también aparecen en ese lote Taiwán, Camboya, Portugal y Polonia. ¿Da nuestro perfil para hacernos un hueco en esa lista?

De ser así, ¿qué tanto se necesitará para que eso suceda con un gran proyecto a mediano y largo que incluya efectivas alianzas estratégicas en el exterior? ¿Y qué tipo de regulaciones deberían trazarse para impedir que esto no termine, como sucede con tantos negocios, entre ellos el de las motocicletas, en monopolio?

Pero como tiempo tienen las cosas, el afán primero es satisfacer una urgencia inmediata, la del servicio a millones de bicis en el país (en 2019 se vendieron unas 600 mil -fuente, Diario La República-, imagínense ahora). Por ello los hombres y mujeres que en la actualidad se desempeñan en el respetable oficio de bicicleteros se quedarán cortos. Vamos a necesitar muchos más, una fuente de empleo calificado a contemplar.

¿El Sena habrá olfateado eso? Y ojalá más adelante nos veamos en la necesidad de contar con miles de nuevos expertos en fabricar piezas, ensamblar y hacer muchas más cosas en esta suma de piñones que forman parte de un fantástico fenómeno nacido, como tantos otros, en medio de una de las peores crisis. Eso en lo que es tan experta la humanidad, edificar en medio de las tempestades.

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