La audiencia
¿Le inquirió su opinión sobre el tema del aborto, tan candente en estos días?
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De cara al actual debate, cualquier hecho de campaña cuenta. Y la audiencia privada que el papa Francisco concedió a Gustavo Petro no es excepción. En esto no hay hecho chico o grande que no sume o reste.
No olviden que en 1960 en los Estados Unidos achacaron la derrota de Richard Nixon a manos de John F. Kennedy al sudor que a chorros escurría el entonces aspirante republicano. O que aquí, hace ocho años, la señora histérica de las naranjas le quitó popularidad a Óscar Iván Zuluaga.
Sobre lo de Petro y el Papa me pregunto si esa cita puede jugar a favor de su aspiración. Ya veremos. Ahora, en la práctica, si nuestro futuro depende de unos minutos con Jorge Bergoglio pues nos llevó él... Perdón, andamos muy equivocados.
No porque Bergoglio, o Francisco, a quien además admiro, no sea capaz de darle un par de consejos a él, y a quienes lo sigan en la fila, sino porque la solución a tantos líos en que anda esta Colombia descuadernada y doliente es netamente terrenal.
Y también porque el Papa sabe que esos candidatos que le caen a diario a montones no llegan gratis, ya sea de Macedonia, Etiopía, Surinam, Colombia o de donde sea. Todos buscan la misma cosa: su minuto de fama.
Luego, ya se sabe, salen a mover la opinión en las redes sociales con la visita como disculpa. Ya sea con una postal, así no exista, tal cual intentó meternos gato por liebre Gustavo Bolívar. O con una historia condenada a ser igual a tantas otras. Porque, me pregunto, ¿qué tanto nuevo puede decir un papa que no esté dicho ya?
Ya Petro nos contará cómo le fue. A él con el Papa. Y, conociendo a Petro como lo conocemos, al Papa con él.
Eso sí, me muero de ganas por saber si acaso le pidió que la Iglesia Católica pague impuestos en este país, como además debería ser, lo que obligaría a hacerlo también a las demás iglesias, incluidas las que lo apoyan.
O si le puso en conocimiento la forma como algunos miembros de esa misma iglesia, en contravía de lo que ha exigido el propio Francisco, se han opuesto a correr el velo de las ovejas descarriadas del clero que han incurrido en pederastia.
¿Le inquirió su opinión sobre el tema del aborto, tan candente en estos días? ¿Y le contó, además, que su movimiento igual hará una consulta interna innecesaria, aparte de costosa? Sobre todo, en un país donde hay mucha gente aguantando hambre, para lo cual no es necesario que la FAO nos lo cuente, basta salir a la calle para comprobarlo.
Y algo más que habría que preguntarle al propio Francisco: ¿Petro lo dejó hablar?
Mientras habla sobre eso el autor de esta oportunista incursión vaticana, oportunistas del otro lado aprovechan la audiencia para hacer leña de ella. Ahí tienen nada más a ese otro precandidato, tan experto en el mundo del ausentismo, reclamar que él ya tenía registrada una visita.
Sospecho la impresión que debió dejarle esa vez al pobre Francisco.
Y el propio Iván Duque salió con un indirectazo muy directo sobre si no era esa una oportunidad para confesar pecados. No Duque, si Petro y usted mismo tienen una obligación, en calidad de hombres públicos, es contarnos muchas cosas pendientes en voz alta. No al contrario, como siempre ha sido recurrente en nuestra historia, donde grandes secretos de Estado viven al amparo del secreto de la confesión. Aunque igual todo termina por saberse, como está pasando en las últimas horas, tanto con fotografías como con escuchas telefónicas.
Más bien, a propósito de Francisco, les dejo esta frase suya de la semana pasada. Parece hecha a la medida para esta sociedad y, que conste, sin necesidad de audiencia:
“El culto a Dios sincero y humilde no lleva a la discriminación, al odio y a la violencia, sino al respeto de la sacralidad de la vida, al respeto de la dignidad y la libertad de los demás, y al compromiso amoroso por el bien de todos”.
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