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¿Imparcial o equidistante?

Entre los tantos desafíos que siempre ha tenido el periodismo, uno de los más grandes es sentar posición, ya sea para opinar o para informar

28 de noviembre de 2021 Por: Vicky Perea García

La otra noche recordamos a Gerardo Bedoya Borrero en el lanzamiento del premio de periodismo que ahora lleva su nombre y que organiza la Gobernación del Valle y en el que además se hizo justo reconocimiento a Beatriz López, Nilsa viuda de Espejo y Mario Alfonso Escobar, por sus extensas y fecundas vidas en este oficio.

Ahí, en medio de esa cita, la memoria de Gerardo enseñó toda su vigencia. Aunque evocar no es fácil. Menos cuando se trasciende, porque la memoria se hace escasa. Más aún si de llenar vacíos se trata. Igual, brotaron allí, en el auditorio de Telepacífico, las remembranzas en las voces de Conchita Penilla, Isabella Prieto, Álvaro Valderrama y Diego Martínez, una alineación de otros tiempos de El País de Cali hecha de guerreros como esta que hoy resiste a la tormenta.

Remembranzas sobre Gerardo, el político que supo defender sus ideas sin empeñarse en eso que ha marcado nuestra historia: quitar de en medio las de los demás e incluso a esos demás. Y elogios a Gerardo, el hombre valiente que vivió y murió así mismo, de pie. Y al editorialista que supo decir las cosas con exactitud de relojero suizo. Y a ese Gerardo columnista al que los criminales le pusieron precio a su cabeza por decirles en la cara lo que eran, eso que jamás le perdonaron y nunca perdonan.

Fuimos, como Conchita y los demás, colegas y compañeros de Gerardo en la redacción de este diario. Colegaje que, en el periodismo, se parece mucho a la amistad. Y le debemos muchas cosas, aparte de eterna gratitud por la confianza y el apoyo que nos brindó.

Incluso, algunos miembros de la redacción terminamos siendo columnistas en este diario. Que no es tan fácil como tener dos sombreros y ponerse, según la ocasión, el que mejor corresponda. Y con los riesgos que conlleva. Porque quizás terminamos saltando la cerca.
Ahí lo sano es que vayamos siempre en procura de dar con el camino del medio, eso que, estrictamente, no existe. “La objetividad, dijo alguien, es una falacia”. No creo que sea tanto; eso sí, esquiva es.

Lo digo, porque entre los tantos desafíos que siempre ha tenido el periodismo, uno de los más grandes es sentar posición, ya sea para opinar o para informar, frente a tantas pestes que nos asolan. Lo que, sea como sea, no puede ser si no hay argumentación. Ese “mínimo gesto de cortesía” con nuestras audiencias del que nos habla el periodista peruano Diego Salazar autor del imprescindible ‘No hemos aprendido nada’. En ese libro, él desnudó muchos de nuestros errores que en su momento nos negamos a reconocer y que hoy pagamos tan caro.

Porque ocurre que tal y como anda todo hoy, no parecería que para el periodismo basta con poner las cosas en blanco y negro. Como dice el profesor Lluís Cucarella, el periodismo puede ser imparcial, pero no neutral ni, por supuesto, equidistante.

Sobre eso, un par de ejemplos nada más: ¿Qué hacemos frente al negacionismo ante la vacunación para enfrentar a la Covid-19? O, ¿cómo contar sobre la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua, que encarcela opositores por el mero hecho de serlo y hace, comprobado, trampa en las elecciones?

¿Será mejor proceder como ‘imparciales’ frente a esos dos temas en los que hay enorme riesgo para la salud y la vida de millones de personas y un tirano que no es otra cosa que eso? Posiblemente sí hay que ser eso, imparciales. Pero en cambio lo que no podemos ser es ‘equidistantes’.

¿Vale lo mismo aquello que dice el negacionista a lo que afirma el infectólogo? ¿Es de las mismas proporciones la voz del sátrapa que las denuncias del ciudadano sometido y puesto de manera arbitraria tras las rejas? En mi opinión, no. Aunque el debate está abierto. Uno de esos debates a los que Gerardo les sacaría punta, como le gustaba, con argumentos y buenos Textos, como llamaba a su espacio en esta misma página.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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