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Dos causas nacionales

Hay que decir, gracias a millones. Porque esa clara señal de identidad nacional que es la Selección está hecha de millones, esos mismos que soñamos con sus victorias y celebramos con ellas.

8 de julio de 2018 Por: Víctor Diusabá Rojas

Hay que decir, gracias a millones. Porque esa clara señal de identidad nacional que es la Selección está hecha de millones, esos mismos que soñamos con sus victorias y celebramos con ellas. O sentimos como nadie los latigazos de las derrotas, pocas tan dolorosas como aquella ante Inglaterra, porque si alguna vez de tantas merecíamos otra suerte, era aquella noche en Moscú.

Pero digo gracias, en especial, a miles de colombianos para hacer referencia a todos aquellos (primero, jugadores y cuerpo técnico; luego, hinchas) que hicieron grande el nombre de Colombia en Rusia. Créanme, quedamos más que bien parados.

Con el equipo: la Selección gustó, por encima de sus altibajos. Entendibles además, por razones que van desde las lesiones de un jugador clave como James, hasta esa suma de irregularidades que caracteriza a todos los participantes, sin excepción. Quizás porque no hay el suficiente tiempo de preparación, porque el Mundial está al final de una larga temporada de los futbolistas en las ligas que participan y porque el fútbol, como muchas cosas más en la vida, tiene algo de predecible aunque, por fortuna, no todo.

Y si algo se empeñaban en decirnos gentes de los lugares más diversos -en inglés, en sus lenguas nativas o por simples señas- era que ese fútbol que por momentos afloró en el Spartak Stadium (y en los otros partidos, en especial frente a Polonia) merecía quedarse para encantar aún más y para bien del propio Mundial. No fue así, porque la puntería y algo de (mala) suerte no lo quisieron.

Eso de achacarle la culpa de la eliminación al árbitro estadounidense no pasa de ser una exageración. Teníamos cómo seguir siendo protagonistas y no lo hicimos. Ahora bien, ¿sacamos algo con seguir por los siglos de los siglos con eso de que fue gol de Yepes en Brasil y que un árbitro gringo le hizo el favor a sus padres ingleses en Rusia? Nada.

Ahí quedamos en octavos. En donde sí llegamos más lejos -no sé si a la final o por ahí cerca- fue en las tribunas. Ese río humano vestido a amarillo supo apoyar y supo estar. Claro, habrá quienes se queden con los abusos de dos o tres imbéciles, hechos tristemente célebres en las redes sociales. Son ellos la minúscula excepción de una masa que empujó a su equipo en momentos vitales. Y son más aún la excepción de esa barra alegre convertida en fenómeno social, al que los rusos, reservados como son, no dudaron en abrazar y en poner como ejemplo de lo que debe ser el fútbol: convivencia. Es más, si ha habido camisetas de algún equipo del Mundial en manos de ciudadanos de otra nacionalidad, esa es la de Colombia.

Y un detalle más: increíble el número de colombianos provenientes de ese otro inmenso país, el que habita en el exterior. En Rusia, ellos también encontraron esa recompensa puesta arriba: una señal de identidad. Esa que debería extenderse a otros sectores nacionales, con orgullo y esperanza como banderas, para ayudar también a cambiar nuestra realidad.

Sumario

Contrastan las líneas que acabo de escribir en Moscú con la despiadada cacería de que siguen siendo objeto líderes sociales en muchas regiones, ¡hasta cuándo! ¿Acaso, no amerita semejante barbarie una posición unificada de los tres poderes públicos, las Fuerzas Armadas, los organismos de control, el gobierno entrante y la sociedad civil, entre otros; aparte, ojalá, del acompañamiento de la comunidad internacional? Una señal que le diga al país y al mundo que estamos unidos para enfrentar esa amenaza a la sociedad colombiana. Y que hay, por encima de todo, verdadera voluntad de garantizar vida y derecho de quienes están en la mira de criminales que, como se nota, andan sueltos y a sus anchas.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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