El pais
SUSCRÍBETE

De hambre

Está ahí, solo, en el centro de Cali, en medio de este complejo mundo de hoy. ¿Tendrá cuántos: 60, 70, acaso 80 años? El embolador de la imagen no guarda esperanza.

17 de enero de 2021 Por:

Está ahí, solo, en el centro de Cali, en medio de este complejo mundo de hoy. ¿Tendrá cuántos: 60, 70, acaso 80 años? El embolador de la imagen no guarda esperanza. La extraordinaria foto publicada por este diario la semana pasada y captada por el reportero gráfico José Luis Guzmán nos recuerda esta tragedia diaria que nos asalta a todos de tantas y dolorosas formas, más a unos que a otros.

Digamos que con diferente ferocidad, comenzando por la irreparable que arrebata seres queridos, como lo contó en su columna Paola Gómez desde las heridas abiertas en su alma.
https://www.elpais.com.co/opinion/columnistas/paola-gomez/ella-sobrevivio-su-mama-no.html

A ellos, y a ellas, no los olvidemos. Y a todos, como Paola, que padecen tan de cerca esas ausencias, un abrazo que no termine.

Y también vale ocuparnos de quienes, como el señor de la caja y el butaco, no tienen cómo soportar ni esta ni la otra peste, la del hambre. Y es que si bien son necesarios los confinamientos, su aplicación no parece detenerse un momento en la angustiosa necesidad de supervivencia de millones.

Es así entonces como, con exagerada facilidad o con el mayor de los simplismos, atribuimos todo el contagio a las avalanchas de compradores de fin de año y a las celebraciones de hinchas. O a las reuniones, ya no masivas sino de familia.

Y, de acuerdo, quizás sin eso, o de al menos de buena parte de eso, el paisaje sería otro.

Pero, y vuelvo al anciano de la foto, ¿qué pueden hacer quienes, como él, no tienen otra alternativa que salir a buscar el sustento de ese día para ellos y para sus familias?

A propósito, ¿dónde están esas cifras al término de cada jornada, la de los hambrientos, sin que se dejen de contar las otras: las de los caídos, las de los hospitalizados, las de los positivos, las de los recuperados?

Veo solo estas últimas y los partes de policía de mandatarios sobreactuados algunos en ese papel, hasta rayar en lo absurdo. Y veo también que ciertos noticieros de televisión montan una cacería para buscar culpables en las calles. “Usted, ¿a qué se dedica?”, le dispara a bocajarro la periodista al tipo que acaba de bajar de la buseta a la que no le cabe un pasajero más. Y antes de que responda le exige (sí, así, le exige) que le muestre la constancia de la empresa para la que presta sus servicios.

El pobre hombre (a lo mejor, reciclador; quién sabe, mecánico de taller de barrio; de pronto, carpintero de esquina, o vendedor ambulante de lo que salga) uno de los tantos sin puesto de este país que se gana la vida a destajo o en el rebusque, no tiene cómo acreditar a ella y a los televidentes esa condición que lo haga ‘legal’. Además, va de prisa para que no se le escape el centavo con que dar de comer a los suyos. “Otro indisciplinado”, editorializa ella desde su puesto con carnet. Otro irresponsable, deducimos, y cosas peores.

Recuerdo que, hace un año, cuando entramos en este túnel cada vez más largo brillaron entonces los anuncios públicos y privados de ayudas. ¿Se están aplicando también en esta nueva ola? ¿O ya nos curamos de ese súbito acceso de solidaridad?

No se nos haga extraño entonces que cuando, algún día, vuelva la relativa normalidad no baste con los planes de crecimiento, y con coser y cantar. Porque a toda acción (y a toda inacción, en este caso) surge una reacción. Lo cual merecería alguna autocrítica de parte de quienes siguen empeñados en mal administrar (y feriar) los recursos públicos en medio de la angustia de tantas personas. ¿Serán conscientes de esta fosa, del tamaño de un cráter, que están cavando para enterrar el futuro de una sociedad?

Sobrero: conocí en Colprensa, a donde llegué también gracias a su confianza, a Alejandro Galvis Ramírez (q.e.p.d.), el hombre de recio carácter que, como su padre y ahora sus hijos, hizo de la entonces casa editorial Vanguardia Liberal (hoy, Vanguardia) esa empresa que representa como pocas la pujanza de un pueblo, el santandereano. Condolencias a los suyos.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

AHORA EN Victor Diusaba Rojas