El pais
SUSCRÍBETE

El ángel del Pacífico

Olvido y abandono son palabras que definen al Pacífico colombiano. En esos 1300 kilómetros de costa sobre el que alguna vez se llamó el mar del futuro.

28 de julio de 2020 Por: Vicky Perea García

Olvido y abandono son palabras que definen al Pacífico colombiano. En esos 1300 kilómetros de costa sobre el que alguna vez se llamó el mar del futuro, donde la naturaleza es abundancia y belleza mientras la cotidianidad es escasez y pobreza, hay un millón de personas dejadas a su suerte, para quienes Estado es una palabra etérea y sobrevivir es un esfuerzo propio.

Allá, en lugares tan desconocidos como Docordó, Sanquianga o Satinga, a orillas de ríos que pocos ubican en el mapa como Cajambre, Yurumanguí o Reposo, o en geografías recónditas como el bajo San Juan, la vida es un acto de fe y la salud un privilegio que en el mejor de los casos está a cinco horas a mar traviesa. A no ser que aparezca surcando las aguas ese ángel al que vieron por primera vez hace once años y a quien invocan a diario para que responda a sus plegarias.

Se llama San Raffaele, tiene pinta de viejo navío y en su interior viaja la esperanza abrazada a los corazones generosos que la tripulan. Sí, es la misma embarcación que fue atracada el fin de semana pasado en Buenaventura mientras estaba anclada en puerto esperando emprender su próxima aventura. Es ese barco hospital, único en Colombia, que desde el 2009 significa la diferencia entre la vida y la muerte para quienes viven en el litoral Pacífico.

La suya es una historia de sobrevivencia y esfuerzo parecida a la de aquellos a quienes ayuda. Nació de la visión de un ser humano, Diego Posso, dedicado a socorrer a los demás, a quien ese abandono eterno del Pacífico le martillaba el alma y por eso no se detuvo hasta hacer realidad su deseo de llevar misiones médicas a esos pueblos perdidos en el mapa nacional.

De la mano de Ana Lucía López, especialista en proyectos sociales y cooperación internacional, gracias primero a la generosidad italiana y luego a los benefactores que aparecieron en el camino, el San Raffaele se construyó, se dotó con los equipos médicos necesarios para su labor y comenzó a surcar las aguas del Pacífico, a adentrarse por los ríos y las selvas de Valle, Chocó, Cauca y Nariño para llegar a donde el Estado ha brillado por su ausencia.

Desde ese 16 de junio de 2009 cuando zarpó por primera vez, el barco hospital ha realizado 74 misiones en las que ha atendido 85.000 pacientes en consultas generales o especializadas y adelantado 2200 cirugías, además de entregar 740.000 medicamentos. Presta servicios de odontología, optometría y laboratorio clínico, apoya a las parteras y a las madres comunitarias, así como dicta talleres de ayuda psicosocial y de violencia de género. Todo gracias a los médicos, enfermeros, laboratoristas o trabajadores sociales voluntarios que acompañan cada viaje.

Resistencia y resiliencia, como le dicen ahora a la capacidad de superar las adversidades, son las palabras clave por las cuales el San Raffaele continúa como ángel de la salud en el litoral Pacífico. Así fue como logró volver al mar tras dos años, entre el 2012 y el 2014, que estuvo anclado en Buenaventura porque no tenía recursos para continuar su misión, hasta que el Gobierno Nacional y la empresa privada le dieron un empujón. Así es como ha conseguido no hundirse por las deudas impagas de las EPS que lo contratan para que llegue a donde ellas no van, como tienen la obligación de hacerlo. De esa manera es como no se amilana por robos como el del fin de semana pasado, que ocasionan sinsabores y retrasos pese a que en este caso se recuperó la mayoría de lo hurtado.

Ese ‘barquito’ como le dicen en las comunidades a las que atiende, es hoy la única opción de miles de niños, adultos y ancianos para hacerle el quite a la muerte o ganarle tiempo a la vida. A este barco que hace el trabajo de un Estado incapaz de darle la importancia que se merece nuestro litoral, es el que se necesita mantener a flote, con recursos y sin miserias.

Ojalá se le asegure una larga existencia al San Raffaele, porque de ello depende en gran medida la salud de ese millón de ciudadanos olvidados que habitan el Pacífico colombiano.

Sigue en Twitter @Veperea

AHORA EN Vicky Perea Garcia