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Harry y Megan

Nadie obliga a adaptarse, y es válido irse; pero mejor no raye las paredes de la casa ni salga a despotricar y a burlarse de la institución de la que, además, vive.

12 de diciembre de 2022 Por: Vanessa De La Torre Sanclemente

En uno de los episodios publicados por Netflix de la serie documental del príncipe Harry y su esposa, Megan Markle, hay una escena criticadísima en el Reino Unido que vale la pena comentar.

Narra Megan el día en el que conoció a su majestad, la reina: iba en el carro con el príncipe, él le dice que van a conocer a su abuela y le pregunta si sabe hacer la venia. Megan cuenta que -simplemente- no lo podía creer. ¿Hacerle la venia a alguien? ¿En serio? Pues sí, a la reina de Inglaterra, abuela de su prometido, quien -por cierto- sobrevivió a diez primeros ministros británicos y al mismísimo Hitler, le tuvo que hacer la venia tal y como lo hizo medio planeta que alguna vez la tuvo al frente.

Pero a Megan Markle le pareció inverosímil y se burló a carcajadas del gesto. La escena siguiente del documental es ella riéndose e imitando cómo hizo la reverencia mientras su esposo la miraba inicialmente incrédulo y luego cómplice. Pasó de cierta cara de aterrado a la risa complaciente del enamorado sin criterio mientras la novia se burlaba a carcajada abierta. Eso sí, cuando ya siendo esposa los ingleses comenzaron a hacerle reverencias a ella, no le dio ni risa ni pena. La televisión británica no se cansa de reproducir imágenes de Markle parada impecable mientras algún ciudadano como ustedes o yo, le hace reverencia y le entrega flores.

Yo, pues no tengo nada que ver con la reina ni con el príncipe y su princesa inconclusa, pero me quedé pensando que ella no entendió nada, que le quedó enorme una institución de semejante ancestro y que le sobró soberbia hollywoodiense para adaptarse a una familia que debe ser complicada-como tooooodas las familias de alguna u otra manera- pero al fin y al cabo, es la familia de su marido y de sus hijos. Nadie obliga a adaptarse, y es válido irse; pero mejor no raye las paredes de la casa ni salga a despotricar y a burlarse de la institución de la que, además, vive.

Los defensores de Markle y su príncipe argumentan que la discriminaron por su color de piel y la aislaron. Ella misma lo dice. Harry también asegura que le tiene pavor y trauma a la prensa inglesa despiadada de la que su madre fue víctima. Y compara a la inolvidable Lady Di con Megan Markle. ¿En serio? Sí. Sin embargo, Harry recibió millones de libras esterlinas por el documental y tiene listo libro que sale el 10 de enero.

¿Al fin qué? ¿Odia los medios o es parte de los medios? ¿Hasta qué punto, por dinero, soberbia, ignorancia o amor, alguien es capaz de publicar las intimidades familiares y exponer los lazos que nos unen y desunen, los de la sangre y la institucionalidad, olvidando lo que se es, lo que se ha sido y, sobre todo, lo efímero que puede ser incluso el amor de la vida? Harry y Megan siguen publicando y buscándole respuesta y razones a esa pregunta.