Gabo el patriarca
¿Alguien en serio cree que la madre de la hija de uno de los latinoamericanos más célebres de todos los tiempos, preferiría el anonimato para su niña que el prestigioso apellido de semejante padre?
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24 de ene de 2022, 11:45 p. m.
Actualizado el 18 de may de 2023, 04:43 a. m.
Hace tres décadas, Gabo y Susana Cato se conocieron en Cuba. Él, profesor; ella, una brillante estudiante, curiosa y guapa, que terminó siendo su amante y la madre de su única hija mujer: Indira. Se llama así -creemos- por Indira Ghandi. La pomposa mujer que dirigió los destinos de la India y que fue, en su momento, la autora de una de las primeras llamadas de felicitación al Nobel cuando la academia sueca lo galardonó.
Indira invitó a Gabo a ese subcontinente mágico y voraz al mismo tiempo y, cuando tenía viaje armado, mataron a Indira, y la amistad, el recorrido y la fascinación mutua quedaron en pausa eterna.
De Indira Cato muchos sabían en México. No era un secreto. Vaya uno a saber porqué en Colombia semejante historia se quedó guardada entre los mejores amigos del Nobel. En la capital azteca, en contraste, periodistas con los que he hablado y conocidos de Gabo, sabían hace rato de la existencia de Indira. Su madre -dice la versión oficial- decidió mantenerla en el anonimato para conservar la privacidad de la niña. Lo supo Mercedes en su momento y, también, lo supieron los hijos de Gabo. Es de la familia, dicen los que saben la historia.
En todo caso, Indira -que es una cineasta genial y fuerte como su mamá- creció sin el apellido de su padre (tampoco el papá de Gabo tuvo el apellido de su progenitor). Negada, pero allá. En la esquina. En el cuarto de la reserva o -tal vez- de la vergüenza. Mientras sea en silencio, mientras no cuestione, no incomode, no importa. ¿Alguien en serio cree que la madre de la hija de uno de los latinoamericanos más célebres de todos los tiempos, preferiría el anonimato para su niña que el prestigioso apellido de semejante padre?
A mi me cuesta creerlo. Pero los pactos de los amores escondidos y los acuerdos de las parejas disparejas, y el peso de la historia y del poder, y la presunción familiar y las vanidades, especialmente en el otoño del patriarca, son así. No por eso tenemos que creer la historia oficial.
Lástima que Gabo, que siempre quiso tener una hija -como lo dijo en una entrevista- ya no esté para explicarlo. Y lástima que después de ganarse un Nobel, de ser amigo de Fidel, de haber hecho -creemos- lo que se le dio la gana en su apoteósica vida, haya fallecido sin mostrarle a Indira al mundo. Estaría tan orgulloso. Y estaría -también- arrepentido de haberse rendido ante la dictadura del qué dirán.
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Periodista siempre, cocinera a veces, lectora cuando puede. Mamá y esposa.
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