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Una manito extraterrestre

En Ohio existe una iglesia presidida por un señor de anteojos y barbita cuidada, que dice ser un ángel. Tiene adeptos por montón y dinero para tirar al techo.

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Medardo Arias Satizábal
Medardo Arias Satizábal. | Foto: El País

11 de sept de 2025, 02:29 a. m.

Actualizado el 11 de sept de 2025, 02:29 a. m.

Quizá no existe en el mundo un lugar donde haya más iglesias por kilómetro cuadrado que Estados Unidos. Crecen las iglesias y cualquier albañil o plomero venido a más, decide dar, delante de copiosa feligresía, su versión única y salvadora. Libre de impuestos.

Le viene a la cultura anglosajona este afán reformista, esa visión personal de los asuntos sagrados, mucho antes de Lutero. Hay que recordar que entre los peregrinos primeros que arribaron a las costas de Massachusetts y Connecticut, figuraban los más conspicuos iluminados de los que se tenga noticia en esta parte del mundo. Algunos de ellos no solo se creían predestinados, sino que alegaban tener diálogos diarios con Dios, bajo cuya inspiración obraban.

Solo en la calle central de Hartford, la Main Street, pueden contarse cuatro o cinco iglesias protestantes, todas con su particular interpretación de los evangelios. Están ahí los portalones de las primeras iglesias traídas al nuevo mundo y también los cementerios, con sus túmulos funerarios, piedras donde se recuerda a cada uno de ellos. Camposantos en medio del tráfago urbano.

Si uno se adentra en los barrios de Boston o Nueva York, encuentra un festival de iglesias con nombres muy originales y pintorescos. En Manhattan, hay una que se denomina ‘La Puerta’; dicen que quien la cruza, queda transformado para siempre. En casitas humildes de las barriadas hispanas y alumbrados por bombillos de cien bujías, pastores de nuevo cuño, venidos del Caribe y de las viejas Antillas inglesas, repiten diariamente su discurso en medio de espasmos. Algunos tienen programa radial, y otros lo hacen a través de los canales regionales de televisión. Está la iglesia del Buen Samaritano, la del Jibarito Contento y la de los Soldados Celestiales.

En Ohio existe una iglesia presidida por un señor de anteojos y barbita cuidada, que dice ser un ángel. Tiene adeptos por montón y dinero para tirar al techo. Puedo recordar ahora la tragedia de Waco, Texas, donde un hombre joven que afirmaba ser la reencarnación de Jesús, se enfrentó a tiros con la policía y murió con toda su feligresía en llamas. O el reverendo Jim Jones, quien abrió su propio paraíso en una isla a la que llamó Jonestown, donde suministró el popular refresco ‘Cool Aid’ con cianuro a quienes querían seguirlo al cielo. O a las decenas de víctimas que encontraron en otro templo mesiánico, con los 35 centavos justos, en el bolsillo, para pagar el peaje de entrada al cielo… Según les había recomendado el pastor.

Estuve pensando en iglesias después de la invitación que me hizo el Movimiento Raeliano de Cali, una iglesia que afirma tener “apoyo extraterrestre para el acuerdo humanitario en Colombia…”.

Para reunirse en un hotel de la ciudad, cursaron una invitación en la que proclamaron “el verdadero origen de la vida a partir de la civilización extraterrestre de los Elohim. Rael, fundador del Movimiento, junto a la doctora Brigitte Bosselier, artífice del primer clon humano, estarán en Colombia, si las condiciones de seguridad lo permiten…”, anotaba la invitación.

Tengo fama de loco entre algunos amigos y parientes, pero a veces la realidad me dice que el mundo está lleno de gente bien tronada, ante lo cual pongo mi mejor cara de cuerdo.

En la Biblia se identifican los últimos días con la aparición de ‘falsos profetas’, los mismos que, ante la ausencia de una política estatal seria para la educación y la cultura, llenan los espacios de radio y televisión con trasnochadas cantinelas.

Hace 50 años Colombia era un país católico; hoy, ante la desidia de Roma para atender su rebaño, proliferan por los barrios las versiones más folclóricas y retorcidas del protestantismo.

Medardo Arias Satizábal, periodista, novelista, poeta. En 1982 recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría Mejor Investigación. En tres ocasiones fue honrado con el Premio Alfonso Bonilla Aragón de la Alcaldía de Cali. Es Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, 1987, y en 2017 recibió el Premio Internacional de Literaturas Africanas en Madrid, España.

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