Tradición respetable

Colombia se ha distinguido no sólo por mantener una importante tradición jurídica en el nivel interno, sino que se ha destacado en el mundo por su apego al orden jurídico internacional. Ha contribuido a la creación y al mejor funcionamiento tanto de la ONU como de la OEA, dos instituciones multilaterales de la postguerra. En el caso de la OEA basta con mencionar las contribuciones que hicieron Alberto Lleras Camargo, su primer secretario general (1948) y César Gaviria (1990), dos expresidentes liberales. El primero para darle vida después de su creación en 1948 en medio de la revuelta del 9 de Abril, por el asesinato del jefe del Partido Liberal, Jorge Eliécer Gaitán. Y el segundo, César Gaviria, para darle un nuevo impulso y una reorientación como resultado del final de la Guerra Fría. Dos momentos claves en la vida internacional.

En el caso de la ONU me limito a recordar las contribuciones de Eduardo Zuleta Ángel durante su proceso de creación, así como las del profesor Jesús María Yepes, connotado internacionalista colombiano. Y no se pueden olvidar las luminosas intervenciones de Alfonso López Pumarejo en el Consejo de Seguridad sobre temas tan relevantes como el derecho del veto en cabeza de las cinco potencias y el tema de Israel y Palestina, entre otras.

Colombia siempre ha sido miembro muy activo de ambas organizaciones y las dos han jugado, en diferentes momentos, un papel muy importante en asuntos internos, como los procesos de paz. No fue una exageración que se dijera que Colombia era una “potencia moral”. Esa distinción era la expresión de la admiración hacia Colombia por su compromiso con estos arreglos multilaterales, sus acciones y su vigencia frente a grandes dificultades.

Cuando describo las características históricas de la política exterior de Colombia, destaco al igual que muchas, el carácter consensual de la misma. Dicho en otras palabras, la política exterior colombiana como una política de Estado. Ello no quiere decir que haya existido una actitud de unanimismo, que no hayan existido divergencias, pero lo fundamental y a la hora de la verdad, el sentimiento patriótico ha prevalecido.

Un ejemplo excepcional de esa actitud es el de nuestras relaciones con Estados Unidos. Desde nuestra independencia hemos propiciado un buen entendimiento en una relación eminentemente desigual. Ninguna relación bilateral ha experimentado un traumatismo como el de la implicación de Estados Unidos en la separación de Panamá en 1903. Con todo no hablamos de una relación bilateral que ya cumplió 200 años sino de una amistad bilateral, muy fructífera. El embajador Juan Carlos Pinzón celebró apropiadamente este bicentenario. Y ello se mantiene durante el primer gobierno presidido por una personalidad de izquierda, como Gustavo Petro.

Los tres fallos de la Corte Internacional de Justicia, no obstante visiones diferentes y desacuerdos, encontraron una nación que estuvo apoyando a los encargados de semejante litigio, vieron a expresidentes que aún con reservas apoyaron el proceso decisorio que alimentó los alegatos de nuestros juristas y sus colaboradores internacionales, y que fueron solidarios con las sucesivas respuestas ante las sentencias del Alto Tribunal.

Ahora, en muy positivas circunstancias, hay que celebrar esta característica de nuestra política exterior que una vez más ratifica su acierto. No ha sido una tarea fácil para los diferentes gobiernos ni para los equipos de juristas que han llevado con tanta dedicación y compromiso intelectual esta compleja tarea. Gracias muchas a todos ellos.