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Trilogías

Recuerdo haber pensado: ¿y cómo se puede hacer esto en literatura? Equivale a recuperar personajes, un modo de recrear un espacio conocido para la imaginación del lector.

20 de octubre de 2021 Por: Santiago Gamboa

Ahora que publico una nueva novela que proviene de mi libro anterior, del cual recupero personajes y un ambiente de historia policial, me he sorprendido a mí mismo diciendo por ahí, en las entrevistas promocionales, que esto se debe a que tengo el proyecto de hacer una trilogía sobre la vida privada en la Colombia posterior al proceso de paz, al que ya pertenecen Será larga la noche y Colombian Psycho. Y por decirlo varias veces he acabado creyéndolo. ¿Por qué lo dije la primera vez? Tal vez me sentí valiente y con fuerzas. O tal vez, al ver los dos libros, me dejé llevar por una extraña lógica literaria, que es lo que intentaré comprender acá.

¿Por qué se hacen trilogías, cuartetos o quintetos en literatura? Supongo que la primera respuesta se debe a que el autor, al crear unos personajes y ponerlos a funcionar en un contexto específico, descubre que estos tienen mucha vida y quiere verlos en espacios nuevos. Se podría comparar con aquellos directores de cine que por algún motivo usan siempre, en cada película, al mismo grupo de actores. Es el caso de Scorsese, de Cassavettes, de Tarantino, entre muchos otros. ¿Por qué lo hacen? Para mí la respuesta es obvia: el director ya sabe que trabajan bien y que con ellos puede decir las cosas que quiere decir, pues lo comprenden y escenifican a la perfección. Son ellos y no otros quienes encarnan sus versiones del mundo; son Uma Thurman y Samuel L.
Jackson en Tarantino, o De Niro y Ray Liotta en Scorsese, o Peter Falk y Geena Rowlands en Cassavettes. Hay más, es un ejemplo.

Recuerdo haber pensado: ¿y cómo se puede hacer esto en literatura? Equivale a recuperar personajes, un modo de recrear un espacio conocido para la imaginación del lector. Balzac repite a Rastignac y a Lucien de Rubempré en varias novelas y a uno como lector le agrada reencontrarlos y, sobre todo, reconocerlos. Uno de los placeres de la lectura es ese: el reconocimiento. Descubrir un territorio común con lo que se lee. En la novela negra, claro, es un clásico repetir protagonista:
Philip Marlowe en las novelas de Raymond Chandler, Sam Spade en las de Dashiell Hammet, Mario Conde en las de Padura o Wallander en las de Henning Mankell, mis preferidos. Son los precursores de las series de hoy y hay muchos más, claro, pero menores. El reto del autor es que esos personajes se conviertan en verdaderos seres humanos, con todas sus aristas.

Pero aún no he contestado a mi propia pregunta: ¿por qué una trilogía? Entre los libros múltiples, por llamarlos de algún modo, mis preferidos son el quinteto de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith, El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell, La trilogía de Nueva York, de Paul Auster o la Trilogía sucia de La Habana, de Pedro Juan Gutiérrez. No hay que olvidar, además, que en este género múltiple está el más grande: En busca del tiempo perdido, Proust, con siete volúmenes.

Pero pensando la trilogía, se entiende además que el tres es una cifra poderosa: se hacen trípticos en pintura y, al medir el tiempo, tenemos tres momentos rectores: pasado, presente y futuro. Para los religiosos el tres es el camino de la perfección: caída, reconocimiento de la gracia, salvación. Hay un movimiento triple que puede servir tanto para la cronología de los grandes imperios como del amor: surgimiento, auge, caída. ¿Será por eso? El tres, de algún modo, es el desequilibrio que permite avanzar.
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