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Chiribiquete

Estos días, en los que muchos tenemos los brazos cansados de tanto golpear cacerolas por las tardes, he llegado a la conclusión de que el mejor modo para comprender el presente y tal vez unir a este país en torno a algo, sea una vez más mirar hacia el pasado.

26 de noviembre de 2019 Por: Santiago Gamboa

Estos días, en los que muchos tenemos los brazos cansados de tanto golpear cacerolas por las tardes, he llegado a la conclusión de que el mejor modo para comprender el presente y tal vez unir a este país en torno a algo, sea una vez más mirar hacia el pasado. Su patrimonio material y natural, su arte y su cultura. En medio de esto, la serranía de Chiribiquete relumbra como un faro. Ese asombroso y bendito lugar, desde su silencio de siglos, parece decirnos cosas que deberíamos escuchar, y que tienen que ver con los hombres jaguar y el antiguo chamanismo.

La buena noticia es que su descubridor y principal estudioso, el antropólogo Carlos Castaño Uribe, acaba de publicar un libro extraordinario: Chiribiquete: la maloka cósmica de los hombres jaguar, una gran edición de Villegas Editores, con el apoyo del grupo Sura, que nos explica cómo este lugar prodigioso es tal vez el principal centro chamánico de América y uno de los pocos lugares realmente intactos del Planeta.

La primera de sus muchas características, visto de lejos, son esas inquietantes mesetas en roca que se alzan verticales hasta una altura de 900 metros, los llamados ‘tepuyes’, que, en medio de la selva, ya nos hablan de una geografía sobrenatural, casi onírica, que debe comunicarnos con una esfera desconocida del mundo.

Y en efecto, al acercar la mirada, resulta que esas paredes de piedra están repletas de dibujos, murales, grafismos. 75 mil imágenes de diferentes periodos que describen escenas rituales, figuras humanas, animales o plantas, a la vez que diseños abstractos que las conectan, les dan un sentido simbólico o las insertan en una narrativa de la vida cotidiana, el inframundo o el supramundo, y que además integran la forma y la coloración natural de la roca. Un fresco de dimensiones enormes en el que se superponen varias épocas, algo sin comparación en el mundo de la pintura rupestre conocida.

Con una amena escritura, Castaño Uribe va explicando temas tan apasionantes como la memoria de las rocas, que son la esencia del poder solar, siendo el sol el lugar de origen del pensamiento chamánico, algo que comparten muchos pueblos amazónicos, como los arawak. Los uitoto también refieren a Chiribiquete como territorio ancestral, lo mismo que los upichia-matapí-yukuna, para los cuales esa ancestralidad define reglas sociales, culturales y ecológicas. “Para estos grupos, su mito de origen afirma que el cosmos, circundado por un río cósmico en el que navegan el Sol y la Luna en canoas, consiste de diferentes planos superpuestos que están unidos por corrientes de aire, de agua, de humo y de luz”, y estos planos “se identifican con el pensamiento, la energía masculina y el frío”, mientras que “la Madre-Tierra-Luna con la energía femenina”.

Chiribiquete es no sólo el centro del mundo, sino el centro de todos los mundos chamánicos de América. Hogar del hombre jaguar, cuya constelación es la misma de Orión (o del Jaguar), que recorre el cosmos cabalgando sobre la Vía Láctea.

Viejos símbolos, constelaciones relacionadas con los ríos y las montañas, todo lo que este país necesita saber hoy para recuperar la senda perdida. Un libro que todos debemos leer para adentrarnos en una esfera nueva del conocimiento y, a la vez, que nos une en la protección de ese lugar mágico, hoy en peligro por la deforestación y la acción del hombre.

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