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Los pilos pagan

Las universidades privadas son preferidas por los becarios del programa Ser Pilo Paga y esto canaliza la mayor parte de los recursos públicos hacia ellas.

30 de septiembre de 2018 Por: Rudolf Hommes

En la columna que aparece en El Tiempo de ayer presento argumentos a favor de mantener el programa Ser Pilo Paga que financia a jóvenes de bajos ingresos y superiores capacidades intelectuales y académicas para que estudien en las universidades de su escogencia.

Las universidades públicas se han quejado de que este programa favorece a las universidades privadas de élite y dicen que le ha arrebatado recursos a las públicas, que podrían atender muchos más estudiantes con esa plata. Esto ha creado una falsa disyuntiva entre financiar el programa o financiar a las universidades públicas que debería resolverse de otra manera porque quitarle la oportunidad a la élite intelectual de los pobres de desarrollar su potencial es un enorme desperdicio, como lo es también no atender a jóvenes menos dotados de bajos ingresos en las universidades públicas.

Estados Unidos, por ejemplo, no hubiera experimentado el progreso técnico e intelectual que todavía lo beneficia si no hubiera abierto el acceso a universidades de élite a hijos de inmigrantes, a afrodescendientes y otras minorías, y si no hubiera expandido la red de universidades públicas.

Lo primero que se tendría que hacer es equilibrar la balanza porque las universidades privadas son preferidas por los becarios del programa Ser Pilo Paga y esto canaliza la mayor parte de los recursos públicos hacia ellas. Hay que aprovechar su capacidad de financiar becas con recursos propios y lo que les podría aportar el sector privado para ese fin. Entonces se podría exigir que por cada cupo que les financie el gobierno, las universidades privadas financien uno más y los donantes privados otro.

Los fondos públicos liberados por el esfuerzo privado adicional deberían destinarse a remunerar a las universidades públicas que admitan jóvenes seleccionados por Ser Pilo Paga  o que cumplan con los criterios de excelencia del programa. Las universidades que se beneficien de estos recursos los deben aplicar exclusivamente a gastos directamente vinculados a la educación o a la investigación.

Una fórmula complementaría sería que las pilas y los pilos que se gradúan de universidades privadas y públicas adquieran el compromiso de financiar en la misma universidad por lo menos a un becario del programa antes de que se cumplan 15 años después de su grado, y posteriormente uno más. Esto haría autosostenible el programa e inculcaría un sentido de responsabilidad de devolver el beneficio que ojalá se transmita de generación en generación. La Universidad de los Andes ya está trabajando esta idea con sus becarios.

Finalmente, se debe entender que la inversión más rentable que puede hacer el gobierno es garantizar que las nuevas generaciones cuenten desde antes de nacer con las condiciones para desarrollar plenamente su potencial. No es aventurado proponer que se reforme el sistema de regalías para que todos los recursos se destinen a financiar la atención prenatal y a la primera infancia, la educación pública y la investigación en ciencia y en tecnología con lo que se contribuiría a garantizar que todo el mundo tenga la posibilidad de desarrollarse, capacitarse y educarse y que la sociedad adquiera conocimiento y tecnología.