Diálogos regionales
La cañicultura, sin embargo, ha generado fuentes de trabajo e ingresos a esos municipios, y puede convivir armónicamente con otras actividades.
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12 de ago de 2022, 11:35 p. m.
Actualizado el 18 de may de 2023, 05:01 a. m.
Colombia ha sido un país centralista y el peso específico de Bogotá lleva a que se caiga en la tentación de simplificar los problemas que se viven en los territorios. Con frecuencia se busca dar soluciones de muy corto plazo, y luego se olvida la persistencia y en muchos casos el agravamiento de los problemas. Por eso es positivo que el nuevo gobierno anuncie que va a dar importancia a la mirada regional.
El caso del norte del Cauca es un buen ejemplo de ello. Por allí han pasado en las últimas décadas todos los actores de la violencia y, a su vez, tiene poblaciones con características muy diferentes, incluyendo diferencias entre los propios grupos indígenas. En la zona plana hay poblaciones afro muy relevantes con cultura y miradas del mundo propias de su raza y, a la vez, numerosos propietarios de tierras, muchos de los cuales son afros, que desarrollan de manera pacífica su actividad agrícola dedicados al cultivo de la caña.
No son esos predios sembrados en caña propiedad de las grandes empresas, sino que, en su gran mayoría, son plantaciones que pertenecen a muchos propietarios que trabajan en conjunto con los ingenios para desarrollar su actividad. No son dueños de tierra que la hayan entregado en arriendo a los ingenios, sino que son personas que tienen lo que muchos quisieran en otras regiones, y es la modalidad de agricultura por contrato. Con dos modalidades fundamentalmente: cuentas en participación y venta de caña en mata, donde el dueño de la tierra tiene contrato de largo plazo con el ingenio y recibe por su caña el equivalente a un número de kilos de azúcar valorados al mismo precio de venta del ingenio.
Se trata de un modelo donde las partes del contrato se asocian para producir azúcar con base en la caña cultivada en un predio donde ingenio y cultivador se reparten por mitades el azúcar obtenido en la cosecha respectiva. Sin duda, en ese modelo, los cultivadores son verdaderos socios de los ingenios. Por ello, no es extraño ver por estos días el rechazo por parte de cañicultores afro y empleados de esas fincas, a los intentos de algunos grupos indígenas por invadir las fincas y obstaculizar el trabajo.
Pero el norte del Cauca es un territorio donde las falencias son muchas, y la presencia del Estado deja mucho que desear. La cañicultura, sin embargo, ha generado fuentes de trabajo e ingresos a esos municipios, y puede convivir armónicamente con otras actividades. Empresas de la zona tienen proyectos productivos en artículos como mora, café, cacao en los cuales les están dando a las comunidades apoyo en el reto más difícil como es el de la comercialización, y se puede hacer mucho más en este tipo de iniciativas.
Encontrar un balance a este sinnúmero de factores es el reto que tiene el gobierno entrante con su primer diálogo regional. Ojalá no caigan en las soluciones simplistas, sino que se busquen espacios para avanzar rechazando de entrada las vías de hecho, y entendiendo el valor de lo que existe en esa región.

Ingeniero industrial, Presidente de Asocaña por casi veinte años, consultor privado y miembro de múltiples juntas directivas en los sectores financiero, industrial, energético, servicios, educativo y de investigación. Escribe para El País hace más de veinte años.
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