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Rey del universo

La enseñanza clave y fundamental de esta gran solemnidad con la que se cierra el Año Litúrgico tiene que ver con un “estilo de vida”, “con una manera de concebir a Dios”, “con una manera de vivir la existencia”...

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El Evangelio habla sobre el poder de la fe
La enseñanza clave y fundamental de esta gran solemnidad con la que se cierra el Año Litúrgico tiene que ver con un “estilo de vida”, “con una manera de concebir a Dios”, “con una manera de vivir la existencia”. | Foto: Getty Images

22 de nov de 2025, 11:49 p. m.

Actualizado el 22 de nov de 2025, 11:49 p. m.

Por Germán Martínez Rodas, vicario episcopal.

Termina hoy, 23 de noviembre, el Año Litúrgico 2025 con la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo y, el próximo domingo, 30 de noviembre, inicia un nuevo Año Litúrgico 2026 con el Tiempo del Adviento, que prepara las grandes fiestas de la Navidad (la corona de Adviento representa los cuatro domingos antes del 25 de diciembre).

En todo crucifijo conocido aparece una sigla famosa: Inri, según el Evangelio de Juan, estaba escrita en los tres idiomas conocidos en la época de Jesús: hebreo, latín y griego (ver Juan 19, 20), significa Jesús El Nazareno, el rey de los judíos. Hasta ahí no hay mayor problema. La dificultad para todos nosotros está en comprender cómo es rey Jesús: sin plata, sin poder, sin armas. No se trata de ‘espiritualizar’ el Reino de Dios, es la gran tentación que todos tenemos, oponiendo en línea platónica cuerpo y alma, carne y espíritu, para nada.

La enseñanza clave y fundamental de esta gran solemnidad con la que se cierra el Año Litúrgico tiene que ver con un “estilo de vida”, “con una manera de concebir a Dios”, “con una manera de vivir la existencia”: Sin rodeos, eso se llama ‘Entrega sin medida, radicalismo cristiano’. Radical es un cristianismo en el que la persona es capaz de olvidarse de sí misma, radical como Jesús de Nazaret, es quien se abandona por entero a Dios, quien lo sostiene y lo abraza. Me impacta y me fascina que hoy, Siglo XXI, siga habiendo jóvenes (hombres y mujeres) que tienen la temeridad de entrar en la vida religiosa, hacerse sacerdotes, ahí está el pálpito del Evangelio.

La renovación constante de la Iglesia no consiste en la relajación, sino en la sustancia y en la coherencia, en los que nos entusiasma y nos vincula con el que entregó su propia vida para la salvación de la humanidad, con Cristo, Rey del universo. No deja de ser curioso y llamativo que en el Evangelio de hoy sea un ladrón, al lado del crucificado, que mirando a Jesús de Nazaret reconoce su propia falta, constata que él es el justo y le dice “acuérdate de mí cuando vuelvas como rey”. Añade el pasaje bíblico que Jesús le respondió: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

El gran san Juan Crisóstomo (boca de oro), comentaba: “Vio a Jesús atormentado y lo adoró como si estuviera en su gloria. Lo vio clavado a una cruz y le suplicó como si estuviera en un trono. Oh, admirable malhechor, viste a un hombre crucificado y lo proclamaste Dios”.

Mensaje escrito por el Arzobispo de Cali y sus obispos auxiliares para los lectores de El País.

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