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El último round

Para muchas personas que no pueden trabajar tiempo completo, el poder hacerlo por horas o por encargo es una bendición.

8 de abril de 2022 Por: Ramiro Guerrero Carvajal

¿Los conductores de plataformas estilo Uber y Lyft son empleados de la compañía? ¿O más bien trabajadores independientes que usan la aplicación para buscar a los pasajeros que son sus clientes? Esta controversia, que ha dado para pleitos en medio mundo, empieza a resolverse en Estados Unidos. El desenlace ilustra lo mucho que ha cambiado el trabajo en el mundo actual de la tecnología, y cómo deben evolucionar las leyes laborales y de seguridad social para adaptarse.
El Estado de Washington acaba de aprobar una ley que les garantiza a los conductores un ingreso mínimo por minuto o por milla, les da un seguro de riesgos laborales y acceso a licencias por enfermedad, pero ratifica su condición de trabajadores independientes. Allí, como en otras partes, muchos conductores han acudido a los jueces para pedir estatus de empleados, lo cual obligaría a las compañías dueñas de las plataformas a pagarles seguridad social y prestaciones. Las empresas han argumentado que no son patronos, pues el que contrata y le paga al conductor es el pasajero, en condiciones que ambos deciden libre y voluntariamente. Pero ha sido una pelea dura de muchos ‘rounds’ en muchas plazas.

En 2018 una corte de California, la cuna de Uber, les dio a los conductores el estatus de empleados. Las compañías propusieron entonces un plebiscito que se llevó a las urnas a fines de 2020 y ganaron. Lograron algo parecido a lo que ahora aprueban en Washington: ratificar a los conductores como contratistas independientes a cambio de concederles ciertos beneficios.

El asunto no es fácil de juzgar con las normas del pasado. Las leyes laborales y de seguridad social están hechas para un mundo donde el trabajador se vincula a la empresa de tiempo completo y con subordinación total. Tiene que hacer lo que le digan, y hay que pagarle, haya o no alguna labor por hacer. Las leyes no están hechas para un mundo donde el trabajador se conecta a una o varias plataformas, tiene opciones, y decide en cada momento para quién trabajar según el horario, la labor y el pago. En este caso hay clientes, más que patronos.
En el mundo sigue habiendo mucho trabajo clásico de tiempo completo, pero cada vez hay más del otro, del independiente, del ‘freelance’, en toda suerte de plataformas y oficios. Para muchas personas que no pueden trabajar tiempo completo, el poder hacerlo por horas o por encargo es una bendición. En cambio, quienes han sido empleados de tiempo completo en actividades que ahora enfrentan la competencia de las plataformas, las perciben como una amenaza a la estabilidad.

Pero el nuevo trabajo es una realidad. Y ante él hay dos opciones.
Pretender en vano que el nuevo trabajo se adapte a la vieja ley, o más bien adaptar la ley a la realidad del nuevo trabajo. Lo de fondo es que haya ciertas garantías de ingresos y de justicia en los procedimientos para quienes dependen de las plataformas para generar ingresos. En Washington los conductores podrán apelar las decisiones de desconexión de las aplicaciones, por ejemplo. Pero, siendo independientes, los conductores deberán pagar su seguridad social. Al final la plata para pagar esta última sale del pasajero. En un futuro podría pensarse que paguen sus aportes no por mes, sino por kilómetro o carrera. Así se acercaría la ley a la realidad.

En Colombia los pleitos de Uber no han sido tanto por el asunto laboral sino por la competencia desleal que alegan los taxistas. Pero aquí también las leyes de seguridad social siguen muy alejadas de la realidad de millones de personas que trabajan por encargo, por días o por horas, lo cual no ayuda para reducir la informalidad.