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Piñata legislativa y dictadura

En febrero de 1990, Violeta de Chamorro, contra todos los pronósticos, ganaba...

19 de diciembre de 2010 Por: Rafael Nieto Loaiza

En febrero de 1990, Violeta de Chamorro, contra todos los pronósticos, ganaba las elecciones en Nicaragua. Hasta la entrega del poder en abril, los sandinistas entraron a saco en los bienes estatales y las finanzas públicas. Casas, edificios haciendas, empresas, acciones, quedaron en manos de quienes se habían levantado contra la corrupción y el abuso de Somoza. Se robaron hasta las sillas y las máquinas de escribir de las oficinas públicas. La ‘ética revolucionaria’ se fue al demonio. Durante ‘la piñata’, como el pueblo denominó esa operación masiva de saqueo, nacieron grandes fortunas. Por cierto, Daniel Ortega aún vive en la mansión que decidió escriturarse. El 26 de septiembre de 2010, Chávez perdió las elecciones legislativas en Venezuela. El Teniente Coronel fue derrotado por segunda vez en sus ya tantos años de gobierno. Como el sistema electoral está groseramente diseñado para favorecer al chavismo, aunque la oposición sacó el 51% de los votos, no obtuvo sino el 40% de los curules. Chávez controla el 60% de la Asamblea. Sin embargo, eso no le alcanzaría para hacer lo que le viene en gana, porque algunas leyes necesitan una mayoría calificada que perdió. Si los analistas venezolanos tienen razón, estos comicios legislativos son el principio del fin, un camino sin retorno para que Chávez, que cae paulatina y sistemáticamente en las encuestas, pierda las elecciones presidenciales del 2012. El Teniente Coronel lo sabe, y por eso se ha acelerado el proceso de radicalización, aunque ello le traiga la pérdida de apoyos en la clase media y algunos sectores populares. A estas alturas, lo importante es el poder, no el respaldo ciudadano. Así que la Asamblea actual, que termina su período este diciembre, le ha aprobado a Chávez todo cuanto ha querido, sin discusión o control alguno. Hace apenas unos días aprobaban leyes orgánicas que instalan las comunas y la propiedad comunal, dando vida a la ‘sociedad socialista’; cercenaban aún más la libertad de información y expresión a través de leyes de ‘telecomunicaciones y responsabilidad social de radio’; desaparecían la autonomía universitaria y la libertad de cátedra por medio de una nueva ley de universidades, y acogotaban a las ONG al cerrar la posibilidad de acceder a financiamiento externo. Toda una piñata legislativa.Como si no bastara, este viernes aprobaban una cuarta ley habilitante, un mecanismo en que la Asamblea renuncia a sus facultades legislativas y las entrega al jefe de Gobierno. Con la promulgación de la habilitante, Chávez podrá expedir decretos leyes en ámbitos que van de la infraestructura, el transporte y los servicios públicos a la vivienda, la tecnología de la información y mecanismos públicos de comunicaciones, entre otros. Lo divino y lo humano. Todo ello por 18 meses, es decir, durante el próximo año y medio de la entrante asamblea legislativa.Ahí, por cierto, está la clave: con la habilitante la Asamblea moribunda, controlada por los “revolucionarios socialistas”, le entrega a Chávez la llave legislativa y se la arrebata a la nueva, en la que la oposición tendrá una voz determinante. Es el salto definitivo al autoritarismo: al otorgarle facultades legislativas a Chávez más allá de su propio período, los parlamentarios actuales anulan todas las competencias de los que vendrán. Todo el poder en el Presidente. Como Hitler, que obtuvo facultades legislativas especiales del parlamento alemán. En adelante sólo hubo dictadura.

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