Columnistas
Problemas y soluciones
Ignorancias inevitables en una ciudad que ha crecido tanto y tan rápido a partir de gentes que vienen del campo o de pequeñas poblaciones, y no han tenido tiempo de adquirir una cultura propia de urbanitas, ni quien se las enseñe.

17 de abr de 2025, 03:03 a. m.
Actualizado el 17 de abr de 2025, 03:03 a. m.
Los problemas que más afectan la vida en Cali ya han sido identificados, y en los que concuerdan la mayoría de sus habitantes (seguridad, movilidad, ruido, civismo); sus diversas soluciones ya han sido planteadas por varias personas y grupos, pero no se han llevado a cabo, o no se ha persistido en ellas, o han sido mal ejecutadas. Todo esto deja en claro la preocupante ineficacia de la Administración Municipal de esta ciudad desde hace varias décadas, de lo que finalmente queda la pregunta de a qué se debe dicha incompetencia, la que de entrada se puede vincular a la elección popular de sus alcaldes desde 1988; y, por lo tanto, la pregunta debe ser el porqué los caleños escogen mal a los suyos.
La respuesta a dicho comprobable fracaso electoral, es que este se debe a la generalizada falta de conocimientos de los actuales caleños sobre lo urbano, entendido como la ciudad física (urbanismo, paisajismo y arquitectura) su relación con lo que acontece en ella cotidianamente (transporte, trabajo, estudio, recreación y deporte) y el comportamiento cívico con que todas estas actividades se lleven a cabo. Ignorancias inevitables en una ciudad que ha crecido tanto y tan rápido a partir de gentes que vienen del campo o de pequeñas poblaciones, y no han tenido tiempo de adquirir una cultura propia de urbanitas, ni quien se las enseñe.
Pero, primero que todo, urge comprender que lo característico de lo urbano es su alta densidad de población, principalmente viviendo en apartamentos, su dotación de vías y servicios públicos (agua, energía, gas, comunicaciones, alcantarillado y basuras) e instalaciones de salud, educación, cultura, recreación y deportes, además de las comerciales y bancarias. Pero, sobre todo, entender lo económico en una ciudad, en la medida que este se concentra en el empleo, principalmente en la transformación industrial de recursos naturales en productos elaborados, y su distribución posterior en la ciudad misma, junto con los que llegan de afuera, o su exportación.
Esa falta de conocimientos de urbanismo, paisajismo y arquitectura, no ha dejado entender que la solución de los problemas físicos de la ciudad debe partir de consolidar pequeñas ciudades dentro de la ciudad en su área metropolitana, no confundiéndola con su región, las que en Colombia se ha comprobado que permiten una mejor calidad de vida. Y estarían unidas por dos ejes urbano regionales, uno norte-sur a lo largo del actual corredor férreo desde Yumbo a Jamundí, incluyendo el tren de cercanías y una autopista urbana al centro de una alameda, zonas verdes, y el par vial de las Cls. 25 y 26, ciclovías, y amplios y arborizados andenes; y el otro, oeste-este, a los lados del río Cali, hasta Buenaventura, y a Palmira.
En conclusión, la solución a los problemas de Cali debe partir de educar a los caleños sobre aquellos y sus soluciones urbanas, paisajistas y arquitectónicas, para que en consecuencia elijan mejor a sus autoridades municipales y no se dejen engañar por el populismo, las mentiras y las polarizaciones de los politiqueros actuales. Educación que deberían acometer los gremios relacionados con la construcción de ciudad con la colaboración de las universidades y los grupos de ciudadanos que ya trabajan sobre estos temas, la que se debería llevar a los ciudadanos con la colaboración de los medios de comunicación, lo que facilitaría el seguimiento público del control sobre la ciudad por parte de las autoridades.
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Ha sido docente en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, y en el Taller Internacional de Cartagena, de los Andes, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998.