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Óscar López Pulecio

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Picasso, depredador

Decide publicar un libro, ‘Mi vida con Picasso’, en 1964, sobre su relación, él la demanda judicialmente, sin éxito. Es así como el mundo conoce el monstruo que hay detrás del genio.

27 de abril de 2024 Por: Óscar López Pulecio

De los grandes artistas se espera que tengan vidas tormentosas. Creación y pasión van juntas, ambas llamas fuertes y cambiantes. Pablo Picasso es quizás el artista más versátil de nuestro tiempo y sin duda el más importante. Experimentó todos los estilos, todos los materiales, todas las paletas, todos los temas. Se dice que para iniciar cada nueva etapa necesitaba una nueva mujer, más joven, a medida que el sátiro envejecía. Y las trataba a su antojo. Hoy no sería visto sino como un abusador y la expresión más acabada del machismo español de su tiempo.

Solo se casó con dos de sus muchas amantes. Con Olga Khokhlova, una aristócrata rusa hija de un general, que lo relacionó con la alta sociedad cuando era un desconocido y lo convirtió en un burgués elegante, asunto que por supuesto no resistió.

Le dio un hijo, Paulo, que convirtió en su chofer y quien terminó suicidándose. Olga lo abandonó cuando Picasso se echó encima una amante de 17 años. Y con su último amor, Jacqueline Roque, una mujer humilde, sumisa, que lo trataba como si fuera un anciano sumo pontífice. Era una especie de criada glorificada que le decía Monseñor y con quien se casó a la muerte de Olga.

Entre ambas, hay una larga lista de mujeres que duran más o menos una década cada una y que cambia cuando encuentra otra que lo atrae más, aunque a veces los períodos se superponen. La más notable de ellas fue Françoise Gilot, a quien conoce cuando él tiene 61 años y ella 21. Artista plástica también, opacada por su sombra y su fama, pero determinada a ser ella misma. Le da dos hijos, Claude y Paloma. Un día hace sus maletas, toma a sus hijos y lo abandona. Picasso no puede soportar la idea del rechazo y la persigue sin clemencia. Descalifica su trabajo, hace que le cierren las puertas de las galerías.

Cuando François decide publicar un libro, ‘Mi vida con Picasso’, en 1964, sobre su relación, él la demanda judicialmente, sin éxito. Es así como el mundo conoce el monstruo que hay detrás del genio. François se refugia en Estados Unidos y tiene una importante carrera como artista en Nueva York, pintando cuadros en un estilo que los críticos califican de figurativismo abstracto, composiciones experimentales, con colores y escalas arbitrarias, alejada de los estilos de Picasso. Su disputa nunca termina e incluye un proceso de reconocimiento de sus hijos al que Picasso, que los ha abandonado, se opone y pierde.

Se unen más allá de la muerte, la de Picasso a los 92 años, en 1973, la de ella a los 101, en 2023, gracias a un gesto de reconciliación que protagonizan los curadores de arte. La disputa entre los herederos de esa fortuna fabulosa termina en un acuerdo entre los hijos de Francoise y Maya Ruiz-Picasso, hija de Marie-Thérese Walter.

El acuerdo incluye un pago de obras por impuestos hereditarios (lieu scheme) al gobierno francés, que forman un patrimonio inmenso: 5.000 obras y 200.000 artículos de archivo. Con ellos se establece el Museo Nacional Picasso en París, en el bello edificio del Siglo XVIII del Hotel Salé, en el Marais.

El museo, que acaba de reabrirse con un nuevo montaje de la colección, acoge por la primera vez nueve trabajos en préstamo de Françoise Gilot, reconociendo su propio derecho como artista. Imposible recorrer los salones del gran palacio sin pensar que la entrada triunfal de Françoise Gilot a la casa de Picasso tiene un toque de triunfo póstumo sobre el depredador.

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