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Es la cultura, estimado

El país no logra salir de las discusiones bizantinas sobre un asunto tan delicado como la paz. Además, la corrupción, tan nauseabunda, quita las ganas a cualquiera para seguir creyendo en la viabilidad de la nación, pero no hay que perder el norte.

28 de marzo de 2017 Por: Philip Potdevin

El país no logra salir de las discusiones bizantinas sobre un asunto tan delicado como la paz. Además, la corrupción, tan nauseabunda, quita las ganas a cualquiera para seguir creyendo en la viabilidad de la nación, pero no hay que perder el norte; hay que levantar la cabeza e ir más allá de temas importantes pero puntuales -que, en últimas, no son más que etapas de un proceso largo y complejo-, como la entrega de las armas, la duración de las zonas de concentración, la devolución de los menores, la jurisdicción especial para la paz, entre otros.

Los analistas que han leído o dicen haber leído el Nuevo Acuerdo para la paz insisten en pasar por alto lo que está en el fondo de todo lo convenido; el pivote sobe el cual gira y que constituye la base para una Colombia que pueda gozar de una paz estable y duradera.

Todas las críticas a las que está siendo sometido el acuerdo apuntan y corroboran lo que el propio documento ha dicho que es esencial para cambiar al país y conducirlo a una nueva época, a una nueva sociedad que pueda, de verdad, voltear de manera definitiva la página de tantos años de guerra.

Hoy, más que nunca, es reconocido por los más agudos pensadores, -si hay que citar nombres pues aquí van algunos, Houtart, Bauman, Habermas, Honeth-, que la dimensión cultural es una parte esencial de la totalidad.

Los aspectos económicos y políticos por si mismos no serán suficientes para lograr el cambio que requiere cada sociedad. Es el cambio cultural, lo que va a la raíz de muchos de los problemas, sin que por ello se diga que este, sin modificar las estructuras económicas o políticas, sea suficiente. Eso sería tergiversar el argumento.

Cada uno de los puntos del nuevo Acuerdo Final, después de los ajustes que sufrió el original para escuchar y atender el llamado de la mayoría que votó por el No, insiste y recalca que nada de lo que se ha pactado será posible si no hay un cambio profundo en la sociedad colombiana.

El país debe alejarse cada vez más de la cultura de revancha, venganza, odio, intolerancia, irrespeto por la diferencia, exclusión, clasismo, violencia, justicia por mano propia, para acercarse de manera decidida hacia una cultura superior, una cultura que rezuma por todos los poros la reconciliación, el perdón, el respeto por la alteridad, el escuchar y el reconocer la diferencia, la convivencia y la armonía. Estar en desacuerdo con el otro no debe significar eliminarlo o forzarlo a pensar como nosotros. ¿Por qué se sigue matando a los líderes sociales de manera impune?

Es el cambio en la cultura, estimado lector, lectora, el que nos llevará a una nueva Colombia.