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¡Respetémonos!

Si mi ideal de país es el que propone Gustavo Petro, o me gusta como piensa y se proyecta Rodolfo Hernández y por eso voy a votar por el uno o por el otro, eso no me hace mejor o peor, punto.

4 de junio de 2022 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

Si en quince días vas a votar por Gustavo Petro eres un mamerto, guerrillero, comunista, castro-chavista, lo quieres todo gratis, perezoso, resentido, detestas al que tiene una empresa, vándalo, destructor.

Si en quince días vas a votar por Rodolfo Hernández eres un bruto, ‘uribestia’, clasista, machista, egoísta, indolente, gente de bien, no te importa la desigualdad, deberías irte a Miami, votas en contra de.

¿Usted, en qué bando está? Para ver cómo lo trato de hoy en adelante. O para saber si es digno de mi amistad, de mis palabras, de trabajar conmigo, de venir a mi casa. Para saber si eres un resentido o un clasista.
Para vigilarle, porque no es de fiar. Para insultarle, porque no piensas igual que yo.

A este bajísimo nivel de discusión hemos llegado en nuestro país, a 15 días de regresar a las urnas para elegir en segunda vuelta el presidente de Colombia, entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández. Y lo que falta por venir estas dos semanas, donde se agudizará la tensión, donde todo es posible para convencer. Donde más nos vale saber a quién es que tenemos al lado porqué ¡qué peligro!

Como ocurrió con el plebiscito por la paz con las Farc; como en las presidenciales del 2018, como en las locales, como hace un año con el paro nacional. Aquí estamos de nuevo enfrentados por política. Nos gusta, aunque a veces salga mal, hablar de política, religión, fútbol y ahora diversidad sexual, porque son temas que nos mueven las fibras y hablan de lo que sentimos y creemos.

El problema no es discutir, y tampoco deberíamos temerle a la discusión; es parte de la vida, de la dialéctica, necesaria para exponer las ideas y enriquecer razones. El problema es cómo discutimos, cómo defendemos nuestras ideas, cómo respondemos a las opuestas.

Hace mucho ya vivimos en un estado de intolerancia nacional, que se cristaliza en una eterna guerra civil de discurso. Y en momentos como este, se exacerba y aumenta sus ataques. Entonces nos enfrentamos entre mamertos y bestias, porque es más fácil dividir que escuchar.

Se nos olvida que el mundo es de matices, que no somos ni tenemos por qué ser iguales. Que mi verdad no es absoluta, ni la del otro es una brutalidad. Si mi ideal de país es el que propone Gustavo Petro, o me gusta como piensa y se proyecta Rodolfo Hernández y por eso voy a votar por el uno o por el otro, eso no me hace mejor o peor, punto. Y más persona seré si soy capaz de respetar la decisión del otro, de la compañera de trabajo, del vecino del edificio, del que atiende en la clínica, del que conversa en la peluquería, de usted, de mí, de todos.

Tengo derecho, si quiero, a decir por quién voy a votar sin miedo de hacerlo porque me estigmatizan. Claro está, si puedo decirlo o escribirlo con tranquilidad, argumentando con razones, sin mentiras e insultos, otra modalidad trillada y odiosa para descalificar.

Se nos olvida que al final, cuando pasen las elecciones, los unos y los otros seguiremos viviendo juntos en esta casa común que es Colombia y que nos pertenece tanto a los que votarán por el uno, como los que lo harán por el otro, los que votarán en blanco y los que se quedarán en casa.

Como también se les olvida a algunos elegidos por voto popular el pequeño detalle de que gobiernan para los que votaron y los que no votaron por ellos. Como se les olvida a los candidatos que queremos más propuestas y menos invocaciones de terceros, o discursos que llamen a la rabia y el miedo para mover emociones.

No hay una sociedad viable sino aprendemos a tolerar la diversidad de ideas. No tengo que pensar como usted para ser digno, ni viceversa.
Entonces, de una vez por todas ¡Respetémonos! es un principio básico para creer que alguna vez las cosas podrán ir mejor, porque entendimos y aceptamos el derecho genuino a la diferencia. @pagope

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