Barrios trasnochados se rebelan

Por eso es que hay gente que se asusta con el Sello Calidoso, no por sus maravillosas bondades sino por, entre otras razones, las dos horas más de sueño que van a perder.

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10 de sept de 2022, 11:35 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 12:57 p. m.

“La rumba comienza a las 6:00 p.m. y termina a las 3:00 a.m. Son gritos, música a todo volumen, gente cantando y brincando. Terrible. Solo duermo dos horas, de 3 a 5 a.m., pues hay que levantarse a trabajar. No nos dejen solos”.

El testimonio es de una lectora de la columna de hace 15 días ‘Cali no está pa’ rumba hasta las cinco’. Su tormento y el de sus vecinos es una de las discotecas más populares, que funciona ‘en las alturas’. Luego escribió para contar que “el sábado pasado comenzó la fiesta en ese sitio a las 6:00 p.m. y terminó el domingo a las 6:54 a.m. Increíble pero cierto. Nadie dice nada”.

No es un invento. La señora que escribe es una más que vive bajo el régimen de algunos sitios nocturnos, que no respetan decibeles, ni el sueño ajeno, ni el espacio público, ni nada. Sí, no son todos, pero es claro que el anuncio de la extensión a la rumba hasta las 5:00 a.m. del Sello Calidoso será la excusa perfecta para que muchos que no cumplen las exigencias aprovechen, tal y como pasó con la discoteca que cita la afectada.

La iniciativa de la Alcaldía está llena de buenas intenciones y sí las hemos leído. Como también nueve de las buenas prácticas que publican sus impulsores: fomentar la legalidad, elevar estándares de calidad, fortalecer la sana convivencia, proteger los derechos de los consumidores, promover la economía circular, generar empleo, impulsar la reactivación económica, dar continuidad a los protocolos de bioseguridad y posicionar a Cali como destino turístico de gran oferta gastronómica y entretenimiento.

Todo muy bonito en el papel pero vaya póngalo en práctica. Habrá algunos juiciosos que lo harán como es. Bien por ellos. Pero y los que siendo legales y todo se pasan las normas por la faja, semana a semana... y el resto que abrieron sin permiso y funcionan a sus anchas, aprovechando la poca fuerza de vigilancia y control que tenemos… O los que se adueñaron de cuadras completas en barrios residenciales, sin cumplir con el uso del suelo y sacando a la brava a quienes allí vivieron toda su vida… O los que no tienen límites porque son como reyezuelos y someten a sus vecinos a múltiples excesos…

En Cali no existe un distrito formal de rumba, sino zonas que se fueron formando con dicho fin y se volvieron tradicionales. Y otros lugares que, por desgracia, aparecieron, sin distingo de estrato, aprovechando la inoperancia o el favor de alguien. Es un mal de ‘aaaaaños’ que ahora se hace más evidente. Sobre todo cuando resultan sitios que funcionan como si todo el año estuviéramos en feria y por alguna extraña razón no les pasa absolutamente nada.

Por eso es que hay gente que se asusta con el Sello Calidoso, no por sus maravillosas bondades sino por, entre otras razones, las dos horas más de sueño que van a perder. Pero también se quejan por lo que pasa ya mismo, todos los fines de semana. No es algo torpe exigir el legítimo derecho de vivir en tranquilidad. Ya van cuatro plantones de gente cansada en los barrios San Vicente, El Peñón, El Limonar y San Fernando.

Sí, a una gran mayoría nos gusta la rumba, la salsa, la alegría caleña, que se genere empleo, que haya una industria cultural y que Cali sea atractiva para visitar. Pero cosa muy distinta es convivir con la anarquía y la ley del más fuerte. Eso no nos hace enemigos de una ciudad a la que amamos, con todo y sus dolores.

Es apenas normal que haya una rebelión de barrios trasnochados por la rumba sin control, así como gente suplicando que prime el interés general sobre el particular. ¿No sería mejor escuchar sus preocupaciones y exigir a los negocios que cumplan las normas? Eso es mucho más generoso que descalificar y regañar, sobre todo cuando a muchos ciudadanos les asiste la razón.

Comunicadora Social - Periodista y Docente de la Universidad Autónoma de Occidente. Caleñísima. Con 26 años de experiencia en una sala de redacción. Entiende el periodismo como una pasión, pero sobre todo, como una manera de transformar y servir a la sociedad. Ciudad, paz, género y niñez, los temas que le apasionan.

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