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¿Servirá el paro?

La respuesta a esa pregunta, que se formulan muchos colombianos, hoy no la tiene nadie.

28 de noviembre de 2019 Por: Ossiel Villada

La respuesta a esa pregunta, que se formulan muchos colombianos, hoy no la tiene nadie. Dependerá de la negociación que se haga sobre las 13 peticiones concretas que presentó el Comité de Paro al Gobierno, y que incluyen cosas tan complejas como retirar la reforma tributaria que se tramita en el Congreso o acabar con el cuestionado Esmad.

Pero, más allá del resultado de ese proceso, hay otras lecturas que dejan estos ocho días de agitación social y que vale la pena analizar.

1. Las marchas no terminarán. Los cacerolazos, las protestas con música y todas las demás expresiones masivas de descontento social que hemos visto esta semana, llegaron para quedarse.

Una cosa es el paro de los sindicatos. Otra son las marchas ciudadanas espontáneas que surgieron y se sumaron, en todos los sectores sociales, a la protesta. Estas no se van a apagar, ni cuando se negocie el pliego, por dos razones:

Primero, porque muchos ciudadanos en realidad no protestan contra Duque, sino contra un sistema económico y político corrupto que alimentaron todos los gobiernos anteriores, y que ha demostrado ser incapaz de generar bienestar, equidad y oportunidades para todos. Lo que se cuestiona es el modelo de país excluyente que hoy tenemos.

Y segundo, porque esta semana hemos visto un hecho histórico: la primera gran expresión política de una generación a la que creíamos perdida para la política.

Sí, esa generación a la que muchos creían extraviada entre las selfies de Instagram y la liviandad del reguetón, está ahora en la calle, consciente de su realidad, reclamando con alegría, con arte, con cultura, su derecho a construir un futuro más digno.

Escucharon en la universidad el discurso de la máxima productividad y son ferozmente competitivos, pero ya no están dispuestos a aceptar, entre otras, la idea de que deben trabajar más para recibir menos salario. No.

2. Este estallido social no es expresión de ningún partido, movimiento o caudillo político. La protesta no es de Gustavo Petro, así él, con su burdo oportunismo, su verbo incendiario y su enfermiza megalomanía, pretenda apropiarse de ella.

Tampoco está detrás el Foro de Sao Paulo, como dice Uribe. Y la gente no respondió al llamado de ningún congresista para salir. Lo que hay en la calle es una ciudadanía amplia, diversa, con múltiples matices, que reclama su derecho a ser escuchada.

3. El grueso de los colombianos ya asumió como propia la conquista de la Paz. Pero no esa paz que hace referencia al acuerdo firmado con una guerrilla, sino la que se construye sobre la base de la justicia social. ¿Alguien escuchó la palabra Farc en alguna marcha? No existe. Se fue. La Paz hoy es mucho más que la ausencia de un conflicto interno.

4. El mayor desafío que tenemos hoy como sociedad es renunciar al uso de la violencia. En cada pensamiento, palabra y acto. No hay violencias buenas y violencias malas. La terrible muerte de Dilan Cruz, el grave estado de salud del patrullero Arnoldo Veru, los 371 policías heridos y los casi 500 civiles lesionados en esta semana de protestas, son todos hechos igual de graves e inaceptables.

Y no se deben repetir. El Gobierno debe revisar si una fuerza como el Esmad se justifica ante una ciudadanía desarmada que, por primera vez en 50 años, intenta expresar sus ideas y necesidades sin el acoso de la guerra. Y la sociedad civil debe eliminar cualquier permisividad o tolerancia con los vándalos y los violentos.

5. Iván Duque tiene una oportunidad de oro para pasar a la historia, si tiene humildad para dialogar y serenidad frente a los 'misiles' que le lanzan hasta desde su propio Partido. Pero si persiste en su fórmula de imponer una agenda prefabricada para discutirla con los mismos interlocutores de siempre, difícilmente podrá salir de esta encrucijada.

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