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¿Se acaba Internet?

Bien utilizada, Internet es una poderosa herramienta para defender ideas fundamentales de la civilización: libertad, equidad, fraternidad, democracia, educación. Y eso es lo que el señor Trump quiere convertir en un burdo y lucrativo negocio.

14 de diciembre de 2017 Por: Ossiel Villada

Sí. Por lo menos como la hemos disfrutado hasta hoy, se acaba. Así lo acaba de decidir Donald Trump, para defender sus intereses y los de la rosca de millonarios republicanos que lo rodea. ¿De qué les estoy hablando?

Los medios de todo el planeta publicaron ayer una noticia que la mayoría de los mortales no entiende, pero que sin duda afectará la vida de todos, al menos en los términos en que la vivimos en este Siglo 21.

Trump logró, en una escandalosa votación dominada por su partido, sepultar el principio de la Neutralidad de Internet. ¿Eso qué esy por qué nos puede afectar lo que pasó?

Cuando usted se conecta hoy a internet desde su casa o desde su celular entra a un mundo en el que todos los usuarios son tratados en igualdad de condiciones. Que usted tenga una mejor conexión que su vecino depende, básicamente, del plan de datos que haya contratado, y de la tecnología de su dispositivo.

De la misma manera, las empresas que le prestan un servicio lo hacen en igualdad de condiciones. Compiten en propuestas e ideas, pero ninguna recibe un trato privilegiado por parte de los proveedores de internet, que le permita ser mejor que las otras.

Esa neutralidad para quienes ofrecen y demandan servicios de internet es la que acaba de romperse en los Estados Unidos. La Casa Blanca argumenta que eso es necesario para promover las inversiones en telecomunicaciones, y que no va a pasar nada. La realidad es muy distinta.

Romper la neutralidad significa que ahora cualquiera de los tres grandes proveedores de acceso a internet en ese país -AT&T, Verizon y Comcast - podrá cobrar cargos extras por los servicios que más ancho de banda consumen. Y veamos qué pasará.

Un proveedor de ese país que venda un plan básico de navegación de 4 gigas mensuales podrá empezar a cobrar un monto adicional por otros 4 gigas para usar Whatsapp, YouTube o Netflix.

¿Y qué pasa si el usuario decide no pagar ese adicional? Sencillo: el operador podrá ponerlo en modo de ‘navegación lenta’ cuando use esos servicios.

Por el lado de la oferta la cosa va peor. El operador -como de hecho ya empieza a ser una tendencia-, puede crear su propio Netflix o Whatsapp para venderlos. Y por supuesto, al tener el poder sobre la infraestructura, sus servicios propios gozarán de una mejor conexión a internet que los de la competencia.

Entonces, si un competidor quiere estar al mismo nivel, tendrá que pagarle. Y si lo hace, ¿adivinen a quién le trasladará ese sobrecosto?

Hay un tercer efecto, igual o quizá mucho peor. Todas las grandes invenciones que llegaron con Internet y que han transformado nuestras vidas -Google, Facebook, Skype, Spotify-, surgieron gracias a la neutralidad de la red. Si un poderoso hubiera dominado Internet desde sus inicios, ninguno de esos emprendimientos que surgieron de ideas revolucionarias se habría consolidado.

Cualquiera dirá que, a su vez, esos grandes pulpos digitales hoy facturan miles de millones de dólares por publicidad. Eso es otro paseo. Los contenidos cuestan y deben pagarse. Pero Internet, como principal herramienta de comunicación del mundo, debe permanecer libre, no bajo el control de quien tenga la billetera más grande.

¿Nos puede afectar todo esto en Colombia? Sí. Casi todos los servicios de internet que se impactarán con esta decisión tienen su base en Estados Unidos. Mejor dicho, vayan despidiéndose del Whatsapp gratis.
Por otro lado, Latinoamérica está en manos de unos cuantos pulpos de las telecomunicaciones, que estarán dispuestos a hacer lo que sea para aplicar la misma receta de Trump.

Y aquí estamos llenos de políticos dispuestos a venderle el alma al diablo para copiar un modelo gringo.

Bien utilizada, Internet es una poderosa herramienta para defender ideas fundamentales de la civilización: libertad, equidad, fraternidad, democracia, educación. Y eso es lo que el señor Trump quiere convertir en un burdo y lucrativo negocio.

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