La feria del populismo
Muchos candidatos a Congreso y Presidencia nos han llenado los ojos y los oídos de una enorme avalancha de ideas absurdas, insólitas, sencillamente imposibles de realizar, y nos han pedido que hagamos un acto de fe y les creamos.
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3 de mar de 2022, 11:40 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 12:32 p. m.
Que vamos a corregir de un plumazo todos los líos del sistema de salud con un modelo nuevo y más eficiente. Que extirparemos de una vez por todas el cáncer de la corrupción. Que tenemos la fórmula secreta para ser una superpotencia de la educación. Que de la noche a la mañana podremos reemplazar el petróleo por molinos de viento. Que acabaremos con el problema del narcotráfico solo con armas y soldados.
Que para tener seguridad basta con pedirla y ya. Que por arte de magia convertiremos este enorme y fétido pantanal en el que hemos vivido, en un paraíso mejor que el de la película ‘Encanto’.
Yo no sé ustedes, pero a mí me provoca náusea esta alocada competencia que se está dando en el marco de la actual campaña política para definir quién dice la mentira más grande.
Muchos candidatos a Congreso y Presidencia nos han llenado los ojos y los oídos de una enorme avalancha de ideas absurdas, insólitas, sencillamente imposibles de realizar, y nos han pedido que hagamos un acto de fe y les creamos.
El reflorecimiento del populismo mesiánico es un efecto más del violento estallido social del 2021, que exacerbó un rasgo característico de nuestra sociedad: pensar que existen recetas mágicas para todos nuestros males, anteponer la emoción a la razón, esperar milagros y no creer en los procesos, confiar en que vendrá un mesías a salvarnos, asumir las dificultades más desde las tripas que desde el cerebro.
Esa ha de ser una consecuencia de la hambruna atávica que padece este pueblo, seguramente, pero también denota un enorme grado de comodidad: “El país no lo cambio yo, lo tienen que cambiar para mí”.
En el clima de desesperanza, pesimismo y desconfianza generalizada que nos dejó el paro nacional, el populismo ha encontrado el ambiente perfecto para hacer reverdecer una vieja idea que históricamente se ha manipulado, desde diferentes orillas ideológicas, con el fin de justificar los comportamientos más abyectos de nuestra clase política: “Refundar la Patria”.
Eso es lo que argumentaban los sangrientos comandantes de las extintas Farc para reventarnos a punta de dinamita. Y eso mismo fue lo que se propuso Álvaro Uribe para acabar con ellos, sin importar el costo de su política de tierra arrasada. También fue lo que después muchos quisieron vendernos con la firma del Acuerdo de Paz de La Habana. Y lo que otros planeaban perversamente hace cuatro años cuando hablaban de “hacer trizas” ese acuerdo.
En todas esas acciones estaba de por medio la absurda idea de que es posible “refundar la Patria”. Como si la Patria no fuera al final la suma de todos nosotros, con nuestras luces y sombras.
El populismo mesiánico, ese que pretende vestirse de legitimidad a través de ideas tan populares como descabelladas, anda de carnaval por estos días. Y, para decirlo con nombres propios, no es solo Gustavo Petro su mayor exponente. En el otro extremo también están en cosecha de mesías redentores. Ahí tienen a ‘Fico’ y a Char como dos bellos ejemplos.
Y ni hablar de las listas al Congreso: abundan los ‘vendedores de humo’ en todos los rincones.
Olvidar el sabio ejercicio de la duda frente a los políticos, y creer en las mil versiones que hoy nos presentan para “refundar la Patria”, es un arma de doble filo para este país.
Porque no solo estaremos agregando más ingredientes a la olla pitadora del próximo estallido social que desatarán las promesas irrealizables.
También estaremos creando las condiciones para un peligroso escenario de acumulación de poder que nos puede llevar a un abismo aún más profundo.
Así que tengan cuidado. Porque el populismo no es más que un simple espejismo. Se trata de crear la idea de que todo cambió, cuando lo único que hicimos fue cambiar de dueño.

Periodista y economista. Melómano apasionado, autodidacta obsesivo y enamorado eterno de Cali. Nadie le quita 'lo bailao'
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