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Distribuir pobreza

En las últimas semanas, mientras media Colombia se ha dedicado a cultivar sus odios electorales y la otra media a erizarse con Amparo Grisales, en este país se ha empezado a ‘cocinar’ una reforma laboral.

17 de octubre de 2019 Por: Ossiel Villada

Les refresco la memoria, por si se les olvidó o no se han dado cuenta. En las últimas semanas, mientras media Colombia se ha dedicado a cultivar sus odios electorales y la otra media a erizarse con Amparo Grisales, en este país se ha empezado a ‘cocinar’ una reforma laboral que promete costarnos sangre, sudor y lágrimas.

Se venía hablando de ella de tiempo atrás, pero sus promotores ya destaparon algunas de las ideas geniales que tienen en mente.

Para empezar, se les ocurrió que a los jóvenes menores de 25 años que consigan su primer empleo no se les pague durante el primer año ni siquiera el salario mínimo, sino apenas el 75% del mismo. Es decir, unos $621.000 mensuales.

El argumento que expone Anif, gremio que propuso la brillante idea, es para enmarcar: como hay mucho desempleo en el país, especialmente entre los jóvenes, la solución es pagarles menos a los jóvenes, y así podemos contratar más.

Adicionalmente, dicen, se debe tener en cuenta que los muchachos reciben un beneficio intangible cuando una empresa les hace ‘el favor’ de contratarlos, y es que aprenden, ganan experiencia.

Pero hay más perlas entre las propuestas de Anif, que valga decirlo, son avaladas por Fedesarrollo, el centro de estudios que por otro lado está presionando al máximo para endurecer las condiciones que permiten pensionarse en este país.

Según han dado a conocer medios nacionales (El Tiempo, edición 12-10-2019), se plantea abolir los intereses de las cesantías que reciben los trabajadores, eliminar la contribución del 4% que los empleadores deben destinar a las cajas de compensación familiar y también ponerle topes a los costos de despedir a un empleado.

El argumento detrás de esas propuestas es el mismo: si bajamos los costos de emplear gente, podemos emplear más gente. Unos 175.000 nuevos puestos de trabajo al año, dicen.

Y a todo lo anterior se suma la propuesta que viene impulsando desde hace meses el expresidente Álvaro Uribe, desde su Centro Democrático, para que en Colombia se pueda contratar por días u horas.

¿Cuántas de esas ideas avalará este Gobierno? Está por verse.

Pero lo cierto es que todas ellas, después de sacar numeritos, estrellan a los colombianos contra un muro de desesperanza más alto que el que ya nos han creado la guerra, la delincuencia y la inequidad.

¿O qué creen que piensa un muchacho que ha estudiado juiciosamente cinco años para obtener un título universitario, cuando le prometen el 75% del mínimo? ¿Qué creen que sienten sus padres, que seguramente le deben esta vida y la otra al Icetex?

No se puede desconocer que el problema de desempleo de Colombia es cada vez más grave. La tasa de desocupación hasta agosto llegó casi al 11%, lo que indica que hay más de 2.600.000 personas sin trabajo. Y ni hablar de las crecientes cifras de la informalidad.

Pero, frente a esa dura realidad, tampoco se puede dejar de notar la lógica nefasta y absurda de esos ‘genios’ que, para acabar con la mayor fuente de pobreza de este país, proponen distribuir más pobreza.

Porque eso es, en palabras simples, lo que realmente hay detrás de todas las iniciativas que apuntan hacia la flexibilización laboral. Estrategia que, por demás, ya demostró no ser una herramienta efectiva para generar empleo de calidad, sino una forma simple de reducir los costos de los empresarios.

Sorprende, en contraste, lo poco que trabajan esos ‘genios’ para aportar ideas que mejoren la educación. Y esa sí que sería una solución de fondo al problema.

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