China y los videojuegos

Vicky me da su testimonio como quien habla de una enfermedad que agobia su cuerpo. Con abundancia de detalles sobre los síntomas, el diagnóstico y lo que ha hecho para intentar sanar. Pero su relato no es sobre un mal físico.

GoogleSiga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias

2 de sept de 2021, 11:40 p. m.

Actualizado el 18 de may de 2023, 07:18 a. m.

“Mi hijo es uno de los chicos más inteligentes de su colegio, pero perdió un año porque sencillamente en la virtualidad que trajo la pandemia no hubo forma de controlarlo totalmente. Yo creo que se volvió adicto. Y aunque logré que se recuperara un poco con terapia psicológica, en estas vacaciones volvió a recaer. Otra vez lo siento perdido, lleno de ansiedad, desconectado de la realidad y de su misma vida. La verdad es que uno no sabe muy bien qué hacer. Uno intenta poner límites, pero lo real es que la tecnología desborda nuestra capacidad de control, porque ni siquiera sabemos bien cómo funciona. En Colombia esto nadie lo ve como un problema y por eso no es un tema como la adicción a las drogas, para las que hay leyes, planes de rehabilitación, fundaciones. En esto es lo que vos alcancés a hacer y ya”.

Vicky me da su testimonio como quien habla de una enfermedad que agobia su cuerpo. Con abundancia de detalles sobre los síntomas, el diagnóstico y lo que ha hecho para intentar sanar. Pero su relato no es sobre un mal físico.

De lo que me habla es de la ‘enfermedad’ que padece hoy su familia por cuenta de lo que, considera ella, es la adicción de su hijo de 16 años a los videojuegos en línea. Algo que se ha convertido en motivo de creciente conflicto familiar.

Pero eso no le importa a casi nadie. Los asuntos que angustian a gente como Vicky no tienen cabida en la agenda pública de este país, experto en vivir en la primera línea del odio, la lentejuela y el escándalo politiquero. Lo sabemos de sobra.

Donde sí comparten la misma angustia de Vicky y de miles de padres de familia es en China, país que esta semana impuso a sus niños y adolescentes un régimen casi de ciencia ficción: no más de tres horas de videojuegos por semana. De ocho a nueve de la noche. Y solo los viernes, sábados y domingos.

Si eso lo hace la segunda economía más grande del planeta y el primer mercado para el negocio de los videojuegos -con más de 665 millones de jugadores activos y una facturación de más de 41.700 millones de euros este año-, es porque, como diría Gabo, “algo muy grave va a pasar en este pueblo”.

¿Qué, exactamente? Nadie lo sabe con certeza. El gobierno chino, experto en redefinir a su antojo los postulados del marxismo, dijo que los videojuegos son algo así como “el nuevo opio espiritual del pueblo”.

Y remarcó que sus niños han venido desarrollando una fuerte adicción a esta “droga electrónica”, lo que representa un grave riesgo para la salud mental de quienes serán la fuerza laboral del futuro.

Pero, en realidad, estas restricciones son solo un nuevo capítulo de la arremetida que China viene adelantando contra los gigantes de la tecnología, que dominan a su antojo cada vez más parcelas de la vida de los ciudadanos.

Tal como lo hacen las grandes potencias de Occidente, el gigante del Oriente intenta, desesperadamente, frenar la carrera de las ‘Big Tech’ para crear un nuevo orden mundial a la medida de sus intereses.

La ciencia aún no es precisa al respecto: muchos estudios alertan sobre el enorme riesgo que representan los juegos en línea para la salud mental de niños y adolescentes. Y otros tantos los ensalzan como herramientas efectivas para desarrollar habilidades cognitivas.

Mientras, el negocio crece. En Colombia el número de ‘gamers’ ya supera los dos millones, se estiman ganancias anuales de más de $193.000 millones en el sector y crece el número de profesionales y empresas que exportan servicios para la industria global de videojuegos.

Pero es innegable que su abuso se está convirtiendo en fuente de intranquilidad para muchos hogares. Y que el efecto que ya advirtieron los chinos, aquí ni siquiera lo sospechamos.

Periodista y economista. Melómano apasionado, autodidacta obsesivo y enamorado eterno de Cali. Nadie le quita 'lo bailao'

Regístrate gratis al boletín de noticias El País

Descarga la APP ElPaís.com.co:
Semana Noticias Google PlaySemana Noticias Apple Store

AHORA EN Ossiel Villada