Cali, “mal de amores”
Sí, a Cali hay que amarla para soportarla, para encontrar su rostro sonriente en medio de su fealdad creciente,...
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1 de sept de 2022, 11:40 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 12:56 p. m.
Amar a Cali es un ejercicio de resistencia. El que sentimos por esta tierra sus hijos raizales o adoptivos no es, ni mucho menos, un amor fugaz. Pero tampoco tiene nada qué ver con un eterno romance idílico. Se parece, más bien, a una ‘traga maluca’. Esa relación tortuosa y sufrida que transita constantemente entre el amor y el odio. Por momentos, incluso, es lo más parecido a esa melodía que cantó Rocío Dúrcal para definir con precisión milimétrica un matrimonio: “No cabe duda que es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor”.
Sí, a Cali hay que amarla para soportarla, para encontrar su rostro sonriente en medio de su fealdad creciente, para seguir creyéndonos la ilusión de que ella es “el mejor vividero del mundo”, aunque en cada esquina nos muestre un rincón nauseabundo.
Ese torbellino de emociones cruzadas es aún más fuerte cuando uno regresa después de alejarse por un tiempo. Me pasó hace pocos días y lo comparto hoy con la única intención de exorcizar mis demonios internos. “Me duele una mujer en todo el cuerpo”, como diría Borges, y se llama Cali.
Lo primero que me asaltó al volver fue una avalancha de cuestionamientos: ¿Cómo es posible que le hayamos hecho tanto daño a Cali? ¿Cómo nos hemos dado el lujo de destruir a una ciudad que no solo nos ha dado raíces y sino también alas? ¿Cómo hemos permitido que Cali haya caído en el nivel de caos, desgreño y abandono que hoy salta a la vista en todas sus calles? ¿A qué horas nos acostumbramos a creer que el atraso es nuestro destino? ¿Por qué estamos permitiendo que Cali pierda el lugar de importancia que históricamente tuvo a escala nacional y esté siendo superada por otras ciudades que brillan por su empuje y su progreso?
Ahora resulta, a juzgar por las noticias que veo al regresar, que esta Cali del alma ya no es la Sucursal del Cielo, sino la ‘capital del sicariato’, según los expertos en violencia. ¿A qué horas nos permitimos semejante despropósito? ¿Cómo dejamos que ocurriera?
Sí, es cierto que las respuestas a algunas de esas preguntas pasan por problemas nacionales que se escapan de nuestra posibilidad de acción. Que los bandidos del Clan del Golfo, el cartel de Sinaloa, las disidencias de las Farc y la guerrilla del Eln, todos narcotraficantes puros y duros, se estén apoderando del Litoral Pacífico y el Cauca, condenándonos a sentir los coletazos de la violencia asociada al negocio de la droga, no lo podemos resolver solos aquí.
Pero hay otras cosas que sí. Empezando por el MÍO, que está llamado a ser uno de los pilares de nuestro progreso, como lo son los grandes sistemas de transporte público en cualquier lugar del mundo, pero que agoniza lentamente frente a la mirada pasiva y resignada de todos, mientras Cali se vuelve la ‘capital de la inmovilidad’.
Y hay muchas más: los hurtos, el abandono de las zonas verdes, los escombros, la crisis de los semáforos, la ruina de las escuelas y colegios públicos.
Todo ello, sin duda, es el resultado de la decepcionante gestión de una clase política que ya demostró que solo quería hacerse elegir para gobernar en beneficio propio, montar una trinca vergonzosa de cómplices en el Concejo y salir a los medios a posar de víctima.
Pero, ¿y nosotros? ¿Qué hemos hecho? ¿Por qué nos hemos quedado callados? ¿Dónde están las voces colectivas, ciudadanas y gremiales que en el pasado defendían a Cali? ¿Cooptadas por los contratos oficiales que les permiten sobrevivir a cambio de ‘comer callados’?
El principal activo de Cali es su gente, somos nosotros. Y hoy, cuando tanta gente en posiciones de poder no parece estar a la altura, la ciudad requiere que cada uno de nosotros sí lo esté. Es hora de deponer las divisiones absurdas que un año atrás nos enfrentaron y unirnos en la revolución de las pequeñas cosas positivas por Cali.
Es hora de que cada uno aporte lo que le toca. Usted, yo, el vecino, podemos hacerlo mejor. Cada acción cívica y correcta en la vida cotidiana, por pequeña que parezca, suma para rescatar la ciudad. No importa si quizá mañana sufrimos otra decepción, ya sabemos que así será. Dar es dar.
De mal de amores muero, Cali de mi alma, será porque te quiero…

Periodista y economista. Melómano apasionado, autodidacta obsesivo y enamorado eterno de Cali. Nadie le quita 'lo bailao'
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