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Paraísos sintéticos

Los productos farmacéuticos analgésicos, han sido resultado de millonarias investigaciones científicas, hechas con el fin de mejorar la calidad de la vida humana.

28 de junio de 2019 Por: Óscar López Pulecio

En 2017 hubo en Estados Unidos 70.000 muertes por sobredosis, cifra superior a las bajas en las guerras de Iraq y Vietnam. Fue la principal causa de muerte de adultos de menos de 55 años. Pero buena parte de esas muertes fue ocasionada por prescripciones médicas de opiáceos contra el dolor, los cuales convirtieron a los pacientes en adictos que demandaban cada vez mayores dosis. El principal causante de esas muertes es un derivado del opio denominado oxicodona, descubierto por científicos alemanes en 1917. La droga más peligrosa, ilegal en Estados Unidos, lo cual hace que se traiga de contrabando de China por México, es el fentanilo, un opioide sintético similar a la morfina, pero entre 50 y 100 veces más potente.

De acuerdo con cifras del Instituto Nacional sobre Abuso de drogas, NIH, los opioides sintéticos son las drogas más comúnmente asociadas con las muertes por sobredosis en Estados Unidos. En 2017, el fentanilo fue parte del 59,8% de las muertes relacionadas con opioides, comparado con el 14,3% en 2010. Los opioides sintéticos matan 5,4 x 100.000 habitantes, la heroína 4,5, los opioides prescritos 3,7. En un modesto cuarto lugar está la cocaína con 3,0. Se estima que en 2015, 7000 personas murieron por sobredosis de cocaína. No hay datos que indiquen que la marihuana sea causante de alguna muerte por sobredosis. Los grandes asesinos son pues los analgésicos recetados, la heroína y el fentanilo sintético. Lo cual lleva la carga de la prueba de la responsabilidad por la existencia de una sociedad que se droga, no solo a los narcotraficantes sino también a los laboratorios farmacéuticos.

Los estudios que se han hecho sobre la materia arrojan curiosos resultados: los muertos por sobredosis de cocaína son principalmente afrodescendientes urbanos adultos; los muertos por opiáceos prescritos, blancos adultos de pequeñas comunidades. Todos los derivados del opio son analgésicos; el alprazolan y el diazepan son psicotrópicos; la cocaína y la metanfetamina son estimulantes. La gente los consume y los mezcla por la vida sedentaria, el trabajo duro, la baja resistencia al dolor y a la frustración, la rutina, la falta de un propósito: la radiografía macabra de una sociedad adolorida material y espiritualmente, que busca alivio, escape, energía. Algo que no parece poder evitarse con medidas represivas o de policía.

Los productos farmacéuticos analgésicos, han sido resultado de millonarias investigaciones científicas, hechas con el fin de mejorar la calidad de la vida humana. Una desviación perversa del mercado ha producido una epidemia, que ya ha ocasionado en Norteamérica más muertos que el Sida. Lo que ha hecho la tecnología es aislar los componentes químicos de los productos naturales y reproducirlos en el laboratorio. La cocaína no ha sido la excepción. El pervitín, una droga ideada por químicos checos con materias primas domésticas tiene efectos iguales a la cocaína y es cuarenta veces más barato. Se vende como pan caliente en Europa occidental.

El tío Baltasar dice que ha indagado por estas cifras, más o menos confiables, para expresar una esperanza, un deseo, una ilusión: que el mercado ilegal de cocaína natural que desangra y corrompe a Colombia, sea reemplazado más pronto que tarde por toda esa creatividad química tan recursiva en crear paraísos sintéticos y que como consecuencia los narcos nos dejen en paz.

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