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Matrimonios improbables

enía sentido que en Colombia, al contrario de Francia, las elecciones al Congreso fueran primero que las presidenciales. La composición del Congreso es pieza fundamental de la gobernabilidad del Presidente.

16 de junio de 2017 Por: Óscar López Pulecio

Tenía sentido que en Colombia, al contrario de Francia, las elecciones al Congreso fueran primero que las presidenciales. La composición del Congreso es pieza fundamental de la gobernabilidad del Presidente.

Cuando los partidos políticos existían como una fuerza organizada y disciplinada, de la coalición o la preeminencia de las fuerzas parlamentarias, podía inducirse quién sería el Presidente de la República. Eso ya no sucede.

La elección al Congreso deja exhaustas las arcas del mundo político y su enorme desprestigio hace que haya terminado por haber poca relación entre la composición del Congreso y el resultado de la elección presidencial. El presidente termina siendo elegido por la opinión pública y el Congreso plegándose a él. Podríamos dar gracias por ello sino fuera porque no es como debería funcionar la democracia para que haya equilibrio de Poderes. El desprestigio del mundo parlamentario lleva a un excesivo poder presidencial.

Como la falta de un gran apoyo parlamentario ya no es razón para no ser candidato presidencial, las candidaturas se multiplican. El sistema de la doble vuelta, inventado en Francia en 1852 por Napoleón III y establecido en la Constitución Colombiana de 1991, estimula esa multiplicación. El asunto podría resumirse así: entre más candidatos haya, más posibilidades tienen todos de pasar a la segunda vuelta y esa esperanza conspira contra la realización de coaliciones previas a la primera vuelta porque nadie, con una opción razonable, quiere quedar excluido del juego.

Esa tendencia basada en la vanidad humana, la vocación de poder de los partidos y la ley de probabilidades, hace pensar que las coaliciones que hoy se proponen difícilmente se concretarán.

¿Para qué el Partido Conservador que tiene una candidata como Marta Lucía Ramírez, quien obtuvo 2 millones de votos en la pasada elección, se va a coaligar con el Centro Democrático, si la condición es que sea éste el que ponga el candidato presidencial? ¿Con quién más haría una coalición, que de verdad aporte votos, el Centro Democrático si cree asegurado su paso a la segunda vuelta, sin renunciar a su ideario de extrema derecha? ¿Para qué una coalición de la actual Unidad Nacional si la condición es que Germán Vargas sea el candidato? ¿Y con tanto candidato, Vargas solo, no pasaría? ¿Por qué tendría el Partido Liberal que coaligarse con el partido de la U si De La Calle solo es un excelente candidato? (Aunque debe decirse que es el único matrimonio probable porque la U sola arrastra el desgaste del Gobierno y el Proceso de Paz es su denominador común). ¿Sobre qué base podría unirse la izquierda si Clara López y Gustavo Petro creen tener fuerzas similares? ¿Y finalmente, cuál sería la razón para que Sergio Fajardo, un candidato de provincia que sin haber estado en la alta burocracia, es uno de los más opcionados, hombre carismático y promisorio, se alíe con candidatos minoritarios que mucha gente percibe negativamente?

En 2014 hubo 13 millones de votos en la primera vuelta. Si hay al menos 6 candidatos con un apoyo importante y parecido en la opinión, cualquiera que saque un poco más de dos millones de votos puede pasar a la segunda vuelta, lo cual está en el rango de posibilidades de los candidatos mencionados. Así que, aventura el tío Baltasar, las coaliciones que se están ventilando son matrimonios muy improbables.

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