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Fuegos artificiales

Fue todo un acontecimiento al que asistieron doce mil personas, de noche, al aire libre, con el fondo de los fuegos artificiales que recordaban la explosiones de la batalla de Dettingen

6 de agosto de 2021 Por: Óscar López Pulecio

Jorge II Rey de la Gran Bretaña había nacido en Hannover, hoy Alemania, y no hablaba inglés. La corona inglesa había ido a parar a su cabeza en 1727 a través de su abuela Sofía del Palatinado, después de haber descartado cincuenta candidatos católicos, pues las  actas de establecimiento y  unión, aprobadas a comienzos del Siglo XVIII, habían restringido la sucesión del trono a los protestantes. Aquello había ocasionado una guerra civil desatada por los legítimos herederos de la Casa Estuardo, todos ellos católicos, que perdieron.

Era y no era. En realidad, mandaba el Parlamento, y el rey se la pasaba en Hannover donde le hacían más caso. Una solución cómoda que le permitió pasar modestamente a la historia por sus amantes, sus groserías y su carácter explosivo. Tuvo eso sí un momento de gloria por su participación en la guerra de sucesión austríaca, que ganó. Para celebrar el triunfo, comisiono a Georg Friedrich Händel, el compositor alemán de moda, que vivía en Londres, un gran concierto que debería tocarse en Green Park, el 27 de abril de 1749.

Fue todo un acontecimiento al que asistieron doce mil personas, de noche, al aire libre, con el fondo de los fuegos artificiales que recordaban la explosiones de la batalla  de Dettingen, en la cual había participado, siendo  el último monarca británico en dirigir un ejército en combate. Se había construido un gran escenario de madera para la enorme orquesta, que infortunadamente se incendió en medio del concierto. Así que el evento no resultó tan lucido como se esperaba, aunque la música sobrevivió a los siglos, a los reyes y a las batallas, como suele suceder.

El concierto era particularmente ruidoso, compuesto para veinticuatro  oboes, doce  fagotes, nueve  trompetas, nueve  trompas y tres pares de  timbales. Ante la dificultad de montar semejante espectáculo de nuevo, fue compuesta una versión por el propio Händel, para ser escuchada en ambientes más cerrados. Pero, es el estruendo de los instrumentos de viento y la pólvora, lo que le da su verdadero carácter de música para celebrar un triunfo militar.

Como nada es imposible en nuestro tiempo, la orquesta barroca francesa Le Concert Spirituel, bajo la dirección de Hervé Niquet recreó el episodio con fuegos artificiales,  70 trompetistas, cornistas, oboístas, fagotistas, para inaugurar el Festival de Música del Castillo de Chambord, de 2016, que puede verse en Youtube (Music for the Royal Fireworks at the Castle of Chambord).

No podían haber escogido un mejor lugar. Händel representa la culminación del estilo barroco que domina hasta bien entrado el Siglo XVIII las artes y la música. Y Chambord, el más grande y adornado castillo del Valle del Loira, construido por Francisco I en el Siglo XVI, con la aparente colaboración de Leonardo da Vinci, que allá fue a morir con su Mona Lisa, es la mayor fantasía arquitectónica imaginable, mezcla de renacimiento italiano y arquitectura de la baja Edad Media, tan barroco a su manera como la música.

Los cinco movimientos del concierto, en medio de la noche, con los espectadores sentados en el césped frente al castillo, iluminado por los fuegos artificiales que estallan en todas direcciones en una secuencia que sigue el ritmo de la música, es un espectáculo esplendoroso, superior posiblemente al que vieron los londinenses en Green Park en 1749, disponible hoy para una audiencia universal. Y no se reportó ningún incendio.

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