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A través del lecho

Cuando se supo que la joven esposa del anciano embajador británico ante la corte de Nápoles era la amante del Almirante Nelson, con la aquiescencia del marido, nadie se sorprendió.

21 de febrero de 2020 Por: Óscar López Pulecio

Cuando se supo que la joven esposa del anciano embajador británico ante la corte de Nápoles era la amante del Almirante Nelson, con la aquiescencia del marido, nadie se sorprendió. Después de todo, Emma Hamilton era la mujer más bella y deseada de su tiempo, y Nelson un héroe nacional que acababa de derrotar a Napoleón en la Batalla del Nilo. Pero debajo de tanto brillo había mucha tela que cortar.

Hija de un herrero, nacida en Inglaterra en la mayor pobreza, Lady Hamilton había construido su carrera a través del lecho de amantes con dinero seducidos por su belleza. Terminó en la cama de Charles Greville, segundo hijo del conde de Warwick y heredero de Lord Hamilton, quien se la manda a su tío viudo para librarse de ella y poder casarse con una heredera que saneara sus frágiles finanzas. Emma tiene 26 años y Lord Hamilton 60.

Hamilton hace de Emma una gran señora. Emma no solo era bella, los cuadros que de ella pintó George Romney cuando estaba con Greville lo atestiguan, sino que tenía grandes dotes histriónicos, cantaba, bailaba, actuaba. Era la sensación de la corte, una celebridad que dictaba la moda; íntima amiga de María Carolina, reina de Nápoles, hermana menor de María Antonieta de Francia, quien por entonces ya había perdido la cabeza. El embajador, perdidamente enamorado, se casa con ella.

Su encuentro con el almirante Nelson, quien había tenido una carrera accidentada, pero le había llegado la fama con su triunfo sobre Napoleón en la campaña de Egipto, fue un caso de amor a primera vista. La cortesana convertida en señora, fulminada por el amor a ese héroe a quien le faltaba un brazo y un ojo. Llegan a ser la pareja más famosa de Europa.

Vuelven a Inglaterra los tres, a vivir juntos, la señora, el marido y el amante. Para paliar el escándalo, devuelven a Nelson a dirigir la flota del Mediterráneo y en esas está cuando se sucede la Batalla de Trafalgar, que sella la suerte de Napoleón en el mar. Nelson es herido de muerte y en su larga agonía alcanza a dictar su testamento. No les deja ni un peso ni a Emma ni a Horatia, hija de ambos; se las encarga al gobierno de su majestad, el cual se hace el desentendido. Luego muere de viejo Lord Hamilton, le deja todo a Greville y una renta pequeña a Emma quien la despilfarra en dos minutos. Termina refugiada en Francia para huir de los acreedores. Muere en un hotel de lance, en la miseria. Tiene 50 años.

Es un asunto tan viejo como el mundo, muchos casos hay de bellas mujeres que escalaron a través del lecho de sus amantes, voluntariamente o a la fuerza, como sucedía en Hollywood antes de la rebelión del ‘me too’. Entre nosotros, algunos con finales distintos (Aída Merlano de las barriadas, al Senado, a la cárcel). Notorios Eva e Isabel Perón, ambas provenientes del mundo de la farándula, de muy oscuros orígenes. Evita muerta a los 33 años en el esplendor de su gloria, hoy todavía un mito. Isabel muerta muy anciana en el anonimato.

Y Manuelita Sáenz, una señora quiteña que abandona a su aburrido marido inglés, para seguir a Simón Bolívar. Otro escándalo. Hace y deshace doña Manuela en Santa Fe mientras oficia como primera dama en la sombra. Cuando Bolívar cae en desgracia todo se lo cobran. Termina en Paita, Perú, frente al mar, en el destierro. Un día un caminante pasa y le pregunta: “¿Cómo está la viejita de El Libertador?, “como cuando era la moza”, responde ella con un brillo en los ojos.

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