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María Elvira Bonilla

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No es hora de callar

Eder tiene una obligación moral y política de poner al descubierto la situación calamitosa que recibió y señalar responsabilidades. Y tiene todos los elementos para hacerlo.

8 de marzo de 2024 Por: María Elvira Bonilla

Esta semana el alcalde de Medellín, Fico Gutiérrez, presentó públicamente una relación de 501 hallazgos por presunta corrupción del cuestionado exalcalde Daniel Quintero. No se trató de una presentación bullosa para generar titulares, sino información documentada que fue enviada para ser investigada a quien le corresponde: 262 fueron remitidos a la Personería y a la Procuraduría; 156 a la Contraloría; y 83 más a la Fiscalía.

No se trata de poner espejo de retrovisor ni retaliación de gobernantes. El ejercicio que realizó del alcalde de Medellín es una obligación como ciudadano y como gobernante, es su deber rendirle cuenta a los electores que tienen el derecho de saber cuál es la situación de su ciudad y más cuando se sabe ha pasado un huracán. Y es deber también que las IAS y la justicia actúe en consecuencia; la impunidad es lo más desmoralizante para una sociedad.

En Medellín se organizó, desde el comienzo de la alcaldía de Quintero, una veeduría ciudadana Todos por Medellín, encargada de hacerle seguimiento y ejercer vigilancia a las actuaciones contractuales de los funcionarios de la Alcaldía. Pacientemente, documentó caso por caso, sin mucho ruido mediático, que fue llevando a la Fiscalía con resultados que desde el año pasado empezaron a verse con la judicialización de varios funcionarios de la administración.

La no aceptación por parte de Quintero del irresponsable ofrecimiento que le hizo Petro de dirigir el Departamento Administrativo de Prosperidad Social, con sus 7 billones de presupuesto –ahora en manos de Gustavo Bolívar-, responde en buena parte a eso. Sabe que tiene rabo de paja. El trabajo de esta veeduría como de otras, así como investigaciones periodísticas y la información obtenida del empalme, alimentaron el corte de cuentas de Fico Gutiérrez que ahora tiene por delante la tarea de enderezar el camino.

La situación del alcalde Alejandro Eder de cara a la herencia que recibió de su antecesor Jorge Iván Ospina es bastante similar: un municipio desfondado con un nauseabundo olor a corrupción y unas arcas vacías, pero vigencias futuras comprometidas. Eder tiene una obligación moral y política de poner al descubierto la situación calamitosa que recibió y señalar responsabilidades. Y tiene todos los elementos para hacerlo.

En Cali hay un sólido Observatorio en la Unidad de Acción Vallecaucana, bajo la dirección de María Isabel Alvarado, que ha documentado juiciosamente las irregularidades contractuales de Ospina, origen del desgreño y posible corrupción. La lista es larga, además de lo ya conocido: alumbrado púbico, malla vial, mega obras de Cristo Rey; el software de Hacienda –SAP-; pero además el Observatorio tiene identificados algo muy valioso: los patrones de corrupción. Se trata de un trabajo silencioso, pero efectivo al que se le une el Observatorio Visible de la Javeriana y los informes de Cali Cómo Vamos de la Cámara de Comercio. A estos insumos el alcalde Eder puede sumar la información recogida en el empalme juicioso que coordinó la exministra Angélica Mayolo. La lección de Fico Gutiérrez hay que tomarla en serio.

Es inadmisible que no proceda con el corte de cuentas. Y pronto. Eder tiene responsabilidad como gobernante y compromiso con la ciudad. No es tiempo para complacencias ni contemporizaciones porque si algo se ha aprendido es que la verdad es la condición para la repetición. Y claramente, no es hora de callar.

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