Nicolás Gómez Dávila

Don Nicolás Gómez Dávila es una de esas personalidades que bien merecían haber vivido mucho más que todos sus contemporáneos porque su existencia enaltecía la vida y le otorga enorme grandeza a su patria

Murió hace 30 años el 17 de mayo de 1994. Su principal biógrafo Franco Volpi, italiano, dice que su biografía, “El Solitario de Dios”, podría resumirse en tres palabras: nació, escribió, murió. Vivió su niñez y juventud en Europa y allí recibió una educación con preceptores privados. Regresó a Bogotá cuando tenía 23 años y tuvo tres hijos con doña Emilia Nieto: Rosa Emilia, Nicolás, Juan Manuel. El propio Volpi califica de majestuosa su biblioteca de treinta mil libros. Entiendo que buena parte está en la Luis Ángel Arango y que los incunables que allí se conservan fueron donados por sus herederos a esta importante casa de cultura.

Tuve el honor de visitarlo en varias ocasiones, no muchas. Y cometí la impertinencia de, con su anuencia, llevarle en dos diferentes oportunidades a dos de los jesuitas más eminentes cuando estuvieron de visita en Bogotá, el padre Bigot (Asesor del Concilio Vaticano II) y el padre Bosch. Ambos sostuvieron con él una conversación relacionada con debates de alto nivel que se llevaban a cabo entonces sobre las Sagradas Escrituras y no salieron de su perplejidad al verificar que Don Nicolás no solamente estaba al tanto de los detalles de ese debate sino que opinaba con soltura y autoridad con respecto a los mismos. Al salir me preguntaban con ansiedad quién era este señor, de dónde había salido, como se había educado y que sorprendente que existiera una personalidad con esa inmensa cultura y tanta sencillez.

Como se sabe no hubo manera de que Don Nicolás compartiera su sabiduría con estudiantes de la Universidad de los Andes, institución en cuya fundación participó y cuyos valores y espíritu inspiró. Con una modestia insoportable decía que no tenía nada que enseñar. Ninguna propuesta, ni siquiera la de seleccionar los mejores estudiantes en un grupo pequeño y llevárselos hasta su biblioteca para que en horario que él dijera conversara con ellos, logró ser viable. Un desafío muy grande para quienes creíamos que teníamos algo que enseñar.

Por fortuna, los institutos que precedieron la creación del Ministerio de Cultura en Colombia publicaron diversas versiones de sus Escolios. Y, finalmente, con el auspicio de la empresa Mazuera Villegas y Leonardo Kling, una cuidadosa edición, como todas la suyas, Benjamín Villegas los recogió en cinco volúmenes. Recuerdo haber regalado algunas colecciones a personas de muy alto nivel intelectual en Europa quienes, después, me buscaron para agradecerme una y mil veces que los hubiera puesto en contacto con un material tan sugestivo y de tanta significación. En algún momento en Europa, principalmente en Alemania y en Italia, su obra fue divulgada y admirada. Y el exembajador Fernando Carrillo me ha contado que en España existe un grupo de intelectuales admiradores de Don Nicolás.

En la historia de Colombia don Nicolás Gómez Dávila es la personalidad más descollante como intelectual. Es nuestro humanista.