Ni se compra ni se vende

De acuerdo con las estadísticas del Dane, el comercio exterior de Colombia viene acentuando su caída tanto en importaciones como en exportaciones y a la vez incrementando el déficit comercial. Hay una coyuntura muy difícil de entender desde la perspectiva de los estándares con que los economistas suelen explicarnos los impactos de la tasa de cambio en el comercio exterior, según los cuales si el dólar está barato se favorecen las importaciones y si está caro, suben las exportaciones.

Pues en las estadísticas del Dane no pasa ni una cosa ni la otra, ambos índices van en picada desligados aparentemente de la variación del precio del dólar. Lo grave es que la reducción del mercado exterior de Colombia implica un menor grado de internacionalización de la economía donde todos cifran las esperanzas no solo de la revitalización, sino de la industrialización.

En varios discursos el presidente Gustavo Petro ha usado el silogismo de que la clave está en la industrialización del campo porque eso incrementa el valor agregado doméstico en las exportaciones, las hace más rentables y productivas, lo que jalará a los campesinos fuera de los márgenes de pobreza.

Al desagregar por grupos, el Dane nos dice que comparado con el año anterior las exportaciones agrícolas se redujeron en 14%. Los únicos rubros de alimentos que subieron en relación con el periodo anterior son pastelería, confitería y extractos derivados de café, cuya participación en el total de las exportaciones es ínfimo, de manera que los incrementos porcentuales son más llamativos que de significado real.

Desde el punto de vista de los mercados es igual, una caída acentuada en todos los mercados que venían siendo los principales de Colombia, como Estados Unidos, China, India, Brasil y Turquía. En algunos casos como el de Turquía la contracción para el periodo comparado enero-mayo llega al 65%.

En cuanto a las importaciones tampoco hay una disminución generalizada en todo aquello asociados a la modernización. Traemos menos maquinaria, menos computadores, menos tecnología, menos insumos químicos, de todos los orígenes, con lo que vamos también perdiendo importancia como clientes de nuestros principales socios comerciales.

El resultado es un déficit comercial que sólo es menor que el del mismo periodo de 2022 en virtud de que todo el comercio bajó. Menos exportaciones y menos importaciones dan como resultado un déficit comercial más pequeño en términos de dólares, pero se mantiene entre el 11% y 12% del valor total del comercio exterior.

Para países como Colombia, que no tiene un mercado muy grande, ni una capacidad exportadora significativa, este tipo de retrocesos tan sostenidos en el tiempo acarrean consecuencias graves. No somos productores dominantes de ningún producto, de manera que nuestra retirada silenciosa del comercio internacional sólo nos causará perjuicios cuando la globalización, aun en su tan mentada crisis, sólo está ajustándose lentamente a las realidades de la postpandemia y la nueva guerra fría, pero seguirá siendo la característica principal del desarrollo económico.

No parece que esto sea una estrategia de desarrollar la autarquía económica como a veces parece entenderse de los discursos del presidente Petro. Que hagamos vacunas, que hagamos maquinaria, que hagamos tecnología para la agricultura. Para todo eso necesitamos importar cosas que ojalá pagáramos con lo que exportamos, pero por ahí tampoco se ve claramente un plan.

¿Podemos modernizar la economía sin hacer parte, así sea ínfima, de la globalización? ¿Podemos liderar cosas como la descarbonización, la protección de la Amazonía y demás, en el raquitismo de nuestra inserción económica mundial? No oigo políticos ni economistas de cualquier escuela haciendo una propuesta en ese sentido.