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¿El fin de la Otan?

En los últimos días han circulado varios vídeos de los principales líderes de Occidente burlándose de Donald Trump en una recepción en el Palacio de Buckingham.

6 de diciembre de 2019 Por: Muni Jensen

En los últimos días han circulado varios vídeos de los principales líderes de Occidente burlándose de Donald Trump en una recepción en el Palacio de Buckingham. La conversación, en la que los líderes de Canadá, Francia y Reino Unido se reían de una rueda de prensa desencajada que protagonizó el presidente americano, ocurrió en el marco de la reciente cumbre y conmemoración de los 70 años de la Otan. La reacción rabiosa de Trump fue inmediata. Anticipó su regreso a la Casa Blanca y canceló una rueda de prensa con Justin Trudeau, el primer ministro canadiense, a quien llamó “de doble faz”. Vergüenza total.

Pero más allá del teatro y la comedia que circularon por las redes, de esta reunión queda una sensación poco esperanzadora. La Otan (Organización del Tratado del Atlántico Norte) se creó en 1949 como una alianza militar entre doce gobiernos aliados, basado en el principio de defensa colectiva, es decir, que cualquier ataque a uno de sus miembros sería defendido por los otros. En resumen, una forma de defenderse de la antigua Unión Soviética. Hoy la agrupación consta de veintinueve países norteamericanos y europeos. Hasta el momento, y a pesar de momentos tensos durante la Guerra Fría y la incorporación de los países de Europa del Este, guerras en el Medio Oriente, y el paso por el poder de líderes de diversos colores políticos, se ha mantenido como símbolo de estabilidad y protección de la libertad.

Desde que llegó a la presidencia, Trump ha acusado a los países miembros de estar en el grupo sin invertir dinero, y de aprovecharse del presupuesto de defensa americano mientras reducen el propio. Algo de cierto hay en esas acusaciones, ya que muchos de los países miembros no cumplen con los criterios mínimos de inversión en defensa (2% del PIB) que estipula la organización. Y no ha sido el único crítico. El francés Emmanuel Macron sentenció la “muerte cerebral” de la Otan en la pasada portada de la revista The Economist. Su argumento, criticado pero válido, apuntaba a que los países no consultaban a sus aliados a la hora de retirar o enviar tropas a los conflictos del Medio Oriente. Sus comentarios agitaron el entusiasmo de algunos europeos, que preferirían crear una fuerza militar autónoma en Europa. Pero ahí estaba Macron en primera fila la semana pasada.

La aparente fractura y debilitamiento de la Otan es real y preocupante. Sigue siendo la alianza que más estabilidad ha generado en Occidente y la fuente de consenso en muchos frentes geopolíticos. Hoy, los países europeos, alimentados por gobiernos populistas, tienen poco apetito por las estructuras transnacionales, y sus discursos apuntan a destruir desde la Unión Europea hasta las Naciones Unidas para ganar votos de los escépticos. El actual gobierno de Estados Unidos también desprecia el multilateralismo. Pero estas organizaciones, aunque requieren reformas y estructuras más modernas, son fuente de estabilidad, valores compartidos y protección de la democracia.

Hay señas de esperanza. Tras la partida precipitada de Trump, el cumpleaños de la Otan terminó en paz, y con una declaración burocrática de dos páginas que al menos incluye temas importantes como la creación de una fuerza de respuesta rápida para reaccionar a conflictos repentinos, la protección de redes móviles, y un compromiso de evaluar el poder estratégico de China. También se comprometieron en estudiar una nueva visión para el grupo. En resumen, se salvó la reunión a pesar de los micrófonos abiertos. Y sin duda el mundo está mejor con una Otan, aunque un poco aporreada, que sin ella.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen