Cuatro de julio
Hoy se celebra la Independencia de Estados Unidos, un festivo donde la bandera y los juegos pirotécnicos, los asados y los picnic de verano son tradición.
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3 de jul de 2020, 11:40 p. m.
Actualizado el 25 de abr de 2023, 10:56 a. m.
Hoy se celebra la Independencia de Estados Unidos, un festivo donde la bandera y los juegos pirotécnicos, los asados y los picnic de verano son tradición. Pero en este año de pandemia, la mayoría de celebraciones y festejos se han cancelado a lo largo y ancho del país, los gobernadores y alcaldes invitan a quedarse en casa y evitar las multitudes. Donald Trump, en cambio, ha organizado una gran fiesta frente a los monumentos en Washington, con show de luces y sobrevuelos de los famosos aviones Ángeles Azules, con banda militar, pompa y circunstancia. Al festejo, llamado ‘Saludo a América’, los miles de espectadores que se esperan en el prado frente a la Casa Blanca, según su portavoz, no tendrán obligación de usar máscara.
A pesar de los llamados a la cordura de la Alcaldesa de Washington, la policía local y otros líderes comunitarios, y en medio de la crisis más aguda de covid que haya visto Estados Unidos, Trump decidió seguir adelante con lo que se puede calificar como un burdo evento de campaña.
Las últimas semanas no han sido buenas para el presidente, que sufrió golpes políticos y protagonizó metidas de pata casi todos los días. El más grave contexto es la explosión de contagios en Estados como Texas, Arizona, Florida y Carolina del Sur, donde los gobernadores republicanos, presionados por Trump, abrieron las puertas de restaurantes, tiendas, y eventos públicos aún en medio de aumentos diarios de contagio. El resultado fue un crecimiento incontrolable de enfermos que han obligado a retrasar o retroceder en el desconfinamiento, y un vergonzoso cierre de las fronteras europeas a los estadounidenses. Todavía no es clara la trayectoria de este patrón de contagio, que podría salirse de control y causar un freno drástico al sistema de salud y por supuesto a la economía.
A cuatro meses de las elecciones presidenciales, el demócrata Joe Biden, con una campaña sin mayor ruido, orquestada desde su sótano, le lleva una ventaja a Trump de 10 puntos en cálculos nacionales y otro tanto en Estados clave. Encuesta tras encuesta muestra que, aun en enclaves trumpistas como Georgia y Kansas, Biden va adelante. El sonado mitin de campaña de Trump en Tulsa, Oklahoma al principio de junio fue un fiasco en el que su campaña anunció un millón de espectadores y al final Trump habló ante en un estadio medio vacío con menos de siete mil seguidores.
La reacción del Presidente fue, como tantas veces, acudir a Twitter a comentar y atacar lo divino y lo humano. Una serie de mensajes desatinados, como el reenvío del vídeo de una pareja racista y armada amenazando manifestantes mientras gritaban ‘poder blanco’ incendió a sus críticos. Ni hablar del incidente en el que usó naves militares y gases lacrimógenos contra sus ciudadanos para cruzar la calle y posar para una foto, biblia en mano, frente a la iglesia de St. Johns. Su negativa a reconocer los estragos del virus, la falta de compasión y precaución, la resistencia a usar máscara y los mensajes falsos están dejando huella entre sus seguidores y entre los senadores y representantes de su partido que temen perder sus curules si cae demasiado el Presidente.
Las presidenciales son en noviembre, lo que en política, y en tiempos de Covid, es una eternidad. Biden es un candidato muy mayor, a veces titubeante, moderado y con pocas posibilidades en medio del confinamiento, de emprender una campaña visible. Por ahora le está funcionando su bajo perfil y críticas muy puntuales, y el pasar agachado mientras la campaña se convierte en un referendo sobre Donald Trump.
Pero los vientos podrían cambiar, y pronto habrá debates, escenarios donde el Presidente ha sido efectivo en demoler a sus rivales. El poderoso aparato Republicano tampoco se puede subestimar. Con tiempo y recursos tendrá la oportunidad de recalibrar los mensajes a los Estados importantes.
Es posible incluso que el virus se contenga un poco si los estados imponen nuevas restricciones. Las protestas podrían ceder y desde la silla presidencial se podría montar una campaña muy visible. Pero el mayor daño lo creará el propio Presidente, una rueda suelta, móvil en mano, destruyendo a sus opositores y bombardeando su reelección.
Sigue en Twitter @Muni_Jensen

Caleña. Graduada del Colegio Bolívar. Politóloga de Trinity College con Maestría en Estudios Latinoamericanos de Georgetown. Analista política y asesora para América Latina de Albright Stonebridge Group. Trabajó en Proexport en Bogotá y en la Cámara de Comercio de Cali. Fue subdirectora de la Oficina Comercial de Washington y jefe de prensa de la Embajada de Colombia en Washington.
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