Renace el turismo

El viaje desde el mar hasta Cali, anticipaba siempre una parada en Dagua o en El Treinta, con la ilusión mañanera de un café recién colado acompañado por el inefable pandebono.

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6 de abr de 2022, 11:50 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 12:36 p. m.

Cuando el viajero catalán Félix Serret llegó a Cali en 1911 la ciudad contaba con 25 mil habitantes. Algo que le causó curiosidad fue no encontrar una sola panadería, según el libro de memorias que escribió sobre esta villa y que me facilitara gentilmente Frisco González.

Serret hace una detallada descripción de las calles de Cali, donde encontró no pocas piedras sacadas del río; se solaza en la crónica acerca del circo de toros emplazado entonces frente al lugar que ocupó por mucho tiempo el Café de Los Turcos. Dice que se trataba de una empalizada construida en guadua en la que se aventuraban unos novilleros esmirriados, no por ello valientes, para el disfrute de una concurrencia ahíta de pitos y broncas.

El origen del pandebono entre nosotros, está afincado en el municipio de Dagua, y su autoría original, como era a principios del Siglo XX, reposa en la familia Montoya. Desde ahí se esparció por Cali, donde se conoció inicialmente solo en los hornos familiares.

Alguna vez pregunté quién inventó el hueco del pandebono y obtuve más de mil respuestas, pues la radio local hizo eco de la pregunta. Pandebono existe en el Brasil, con el nombre de ‘Pao de Queijo’ -pan de queso- pero aquí vino de la zona rural, de estas montañas perfumadas por el aroma de la piña y el cilantro.

El viaje desde el mar hasta Cali, anticipaba siempre una parada en Dagua o en El Treinta, con la ilusión mañanera de un café recién colado acompañado por el inefable pandebono.

Fue el padre de Gustavo Montoya quien vino desde Dagua hasta Cali e inició su labor comercial en inmediaciones de la Plaza de toros, con el pandebono clásico de Dagua y unos pinchos que todavía recuerdan los aficionados a la tauromaquia. El lugar se llamó ‘Tardes caleñas’, un nombre que escuché por primera vez en Nueva York, en el otoño de 1983, pues en el Flushing Meadow Park de Flushing, en Queens, jugaba contra equipos de Argentina, Perú o Ecuador, un combinado llamado así, ‘Tardes caleñas’. Los encuentros eran con árbitro Fifa y tenían siempre un gran número de público los fines de semana. Andando el tiempo, el inolvidable ‘Chato’ Velásquez presentó ahí un onceno de bravas muchachas colombianas, invencible.

El punto es que Gustavo, a quien me une el amor por la poesía -puede declamar a García Lorca, a Cernuda, Altolaguirre, Pedro Salinas, Dámaso Alonso o cualquier otro poeta de la Generación del 27, además de conocer al dedillo los versos de Miguel Hernández-, continuó en la misma senda de su padre y abrió restaurantes en el sur de Cali y Rozo, siempre con la misma divisa. En Rozo creó un acuaparque con ocho piscinas, restaurantes, hotel, el mismo que permite también concentración y entrenamiento a los equipos que vienen a jugar en Cali.

Hoy, en el kilómetro 25 de la vía al mar, en una casona típica decorada con veraneras en los balcones, Gustavo da al servicio del turismo nacional su ‘Tardes caleñas, Orígenes’, donde hace homenaje a sus ancestros, al pandebono de Dagua, a la veta culinaria de esta parte de Colombia que enriquece con tiempo y tradición la mesa andina.
Al regreso del Pacífico el lunes pasado, pasé por ahí al atardecer en medio de un aguacero bíblico. La casa relucía como recién lavada, con sus macetas mecidas por el viento.

Después de dos años difíciles para todos, es bueno celebrar esta reactivación del turismo en nuestra región, el pleno empleo para centenares de meseros, chefs que ven ahora en lugares como este el reinicio de la vida, el brillo de otra oportunidad.

Felicitaciones Gustavo, extensivas a toda la familia Montoya de Dagua.

Sigue en Twitter @cabomarzo

Medardo Arias Satizábal, periodista, novelista, poeta. En 1982 recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría Mejor Investigación. En tres ocasiones fue honrado con el Premio Alfonso Bonilla Aragón de la Alcaldía de Cali. Es Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, 1987, y en 2017 recibió el Premio Internacional de Literaturas Africanas en Madrid, España.

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