Que escampe
Dos asuntos han hecho la diferencia en estos días; la caravana que pasó hace tres noches en un pitorreo de entusiasmo por la calle.
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15 de abr de 2020, 11:50 p. m.
Actualizado el 25 de abr de 2023, 10:57 p. m.
Dos asuntos han hecho la diferencia en estos días; la caravana que pasó hace tres noches en un pitorreo de entusiasmo por la calle, como si hubiera ganado el América, y el pregón del vendedor de ‘velas de aroma’ que al fin decidió salir a resolver su día. En el primer caso, pensé que el mundo celebraba por la invención de la vacuna, pero me dicen que eran buses de venezolanos que fletó el alcalde Ospina para repatriarlos, con el concurso de la Fundación Jesús Pescador de Hombres, de Henry Aristizábal. Antes estaban en la calle y con ayudas; hoy estaban físicamente en la calle.
En el pregón segundo, advertí que quizá la humanidad sí necesita incienso hoy. Y mucha poesía.
Existen tres instantes en ‘Don Quijote de la Mancha’ que por su carácter fundacional en la literatura castellana resultan inolvidables: la manera moderna como Cervantes introduce su obra, ‘Desocupado lector’; la primera oración “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”, y el “Vale”, final que cierra este catálogo de humor, picardías e historias sin igual en el recién inaugurado Siglo XVII.
En 2005 se cumplieron 400 años de esta novela con múltiples homenajes por el mundo, quizá el más notorio el que profiriera la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, con la edición prolongada por Mario Vargas Llosa, bajo el título ‘Una novela para el Siglo XXI’.
Para Vargas Llosa esta obra no es solo el más completo compendio descriptivo del tiempo en que las historias de caballería entraron en decadencia, sino un decálogo de libertad. El escritor se pregunta cuál es el concepto de ‘libertad’ que se colige de su lectura, e indica que es el mismo que Europa entronizó a partir del Siglo XVIII cuando ponderó el fuero de cada individuo para ser capitán de su propia vida y decidir los caminos a seguir, según sus potencialidades. En ese rescate del individualismo y el humanismo que trajo consigo, particularmente en Francia, el ocaso de los Luises, ve el autor latinoamericano uno de los grandes valores de Cervantes.
Vargas Llosa confirma a El Quijote como un libro moderno, por la rebeldía y la vocación justiciera del personaje, Don Alonso Quijana, nacido en la población de Argamasilla de Calatrava, quien desde una supuesta locura decide un día ir por el mundo “desfaciendo” (deshaciendo) entuertos, liberando esclavos, dando protección a huérfanos y viudas y tratando, desde su particular visión de la vida, de encontrar un sentido de justicia acorde con su dignidad de hidalgo. Es así como hace de Dulcinea, una campesina que encontró en los caminos del Toboso, olorosa a cebollas, su reina por la que es menester librar todas las batallas y hacer sentir “la fuerza de su brazo”.
Quien va hoy por los caminos de La Mancha, puede encontrar en Puerto Lápice, una venta como aquella donde el de la triste figura ‘veló’ las armas antes de salir a combatir la injusticia.
Esa frecuente disputa entre la realidad y la fantasía, el romanticismo a ultranza y la vulgaridad, el sueño fantástico contrapuesto a la ordinariedad de las costumbres, los tratos de nobleza enfrentados a las pícaras formas de la canalla, son motivo de estudios en las universidades del mundo. Cervantes, a quien también apodaban ‘El Manco de Lepanto’, por haber perdido el brazo izquierdo en la batalla de Lepanto, dedicó su obra al Rey, pero debió pasar parte de su vida en una mazmorra, acusado de robo y asesinato. Segun afirman, estuvo a punto de enrolarse en una tripulación que tenía como destino América; La Habana, Cartagena de Indias, pero jamás hizo esta travesía.
Sus entremeses, su obra ‘El licenciado Vidriera’, quedaron como legado de una lengua que hablan hoy más de 450 millones de habitantes del planeta.
Quijote vuelve a la carga hoy, como ayer, con lanza, espada y adarga, el yelmo firme y el brazo dispuesto. Justicia y libertad viene clamando, y el mundo lo escucha, porque es tiempo de volver a soñar para que escampe.
Sigue en Twitter @cabomarzo

Medardo Arias Satizábal, periodista, novelista, poeta. En 1982 recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría Mejor Investigación. En tres ocasiones fue honrado con el Premio Alfonso Bonilla Aragón de la Alcaldía de Cali. Es Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, 1987, y en 2017 recibió el Premio Internacional de Literaturas Africanas en Madrid, España.
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