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Lindo cuando amanece

Esto me alentó a lanzarme a caminar por estas calles de Dios. ¡Cali es otra, me dije, esta es mucha maravilla de ciudad!

25 de mayo de 2022 Por: Medardo Arias Satizábal

Ayer todas las estaciones de transporte público de Cali, recuperadas, lucían como nuevas, lavadas por la lluvia. Me sorprendió ver el carril del MÍO utilizado únicamente por estos buses, y los semáforos funcionando al 100%.

Salí a caminar por las calles de Cali y me sorprendió ver las aceras limpias. Me hizo gracia ver cómo la gente usa los depósitos de basura instalados a lo largo de las calles. El aire traía un perfume de frangipanes y entonces me senté en un cafecito de la Sexta donde sus dueños han sembrados lilas y sanjoaquines, para el deleite de quienes ahí pernoctan.

Tomé un taxi, y el conductor -cómo han cambiado los taxistas de Cali- me saludó cortés para preguntarme después hacia dónde me dirigía. Noté que ya en sus radios no se muele patacumbia ni vallejarto, y que por el contrario, la estación avanzaba en una fuga de Bach, pianísima. “Ahora para ser taxista en Cali hay que tomar un cursillo”, me dijo orgulloso.
Agregó que además de buenas maneras, les enseñan a apreciar la música clásica, algo de inglés y francés, conocimiento de lugares tradicionales e históricos de la ciudad. Me ayudó a bajar varios panales de huevos -precaución por las cercanas elecciones- y oh sorpresa, se despidió en alemán.

Todo esto debe estar ocurriendo por alguna razón, pensé, y recordé la última vez que abordé un taxi y el conductor me dijo: “Usted me indica, pues no conozco la ciudad. Apenas hoy me entregaron este cacharro...”.

Y el Centro, qué maravilla el Centro. Hacía como 30 años no veía viejos conversando plácidamente en las bancas de la Plaza de Cayzedo. De un momento a otro desaparecieron los tramitadores, los falsificadores, la mugre. Una luz dionisíaca bajaba de las palmeras hacia las calles otro día inundadas por vendedores ambulantes. “El gobierno local reubicó a estas personas”, me dijo el conductor. “Ahora hacen parte del programa de capacitación que permite a la ciudad y al Valle tener un banco de empleo disponible para los ingenios, la siembra de fruta, la construcción...”. Me quedé mudo, sin saber qué decir.

Desde ahí, pasando por la Catedral y hasta la Casa Episcopal, noté cómo han surgido una serie de cafecitos como bistrós, donde la gente lee los diarios, toma capuchinos, lejos ya de aquel olor a aceite quemado que caracterizó estas calles en el pasado. ¡Ah!, y la presencia permanente de la Policía. Esto me alentó a lanzarme a caminar por estas calles de Dios. ¡Cali es otra, me dije, esta es mucha maravilla de ciudad!

Supe también por el titular de una revista en uno de los quioscos dispuestos en las esquinas de la plaza, que la ciudad, por primera vez en 30 años, registra el menor índice de criminalidad en América Latina. Un programa de vigilancia y control a delitos tales como atracos, secuestros, paseos millonarios, permitió que la ciudad fuera prácticamente saneada de elementos indeseables, con apoyo de cámaras de alta resolución, al tiempo que se potenció la educación en los barrios humildes. Hoy, una zona como Aguablanca, tiene 5 escuelas por cada 500 habitantes, un récord, hay que decirlo, dentro de los niveles educativos de América Latina y el Caribe.

Yo sabía que algún día nuestros gobernantes iban a entender que las bolsas efectivas de empleo y la educación, son uno de los mejores caminos para resolver diferencias sociales, para crear oportunidades. Cali cuenta hoy con 30 centros de educación superior dedicados a la investigación para la cura del cáncer de seno, el sida, el vitiligo, el multicovid, la viruela del mono y la imbecilidad senil, propia de poetas en permanente trance de fama. Algunos de los más destacados científicos caleños, dos de ellos candidatizados al Nobel, son consultados por el Medical Center de Houston, por la Nasa. La ciudad es hoy Capital de la Ciencia, un título que le permitirá en 2023 ser declarada Patrimonio de la Humanidad, por la Unesco.

Con mi taza de café en la mano, miré por el balcón hacia la bruma del Valle en la distancia, para darme cuenta, infortunadamente, que todo había sido un sueño.

Sigue en Twitter @cabomarzo

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