Currulao y política

Expresiones culturales masivas como la música han sido desde siempre instrumentalizadas por intereses políticos; también la literatura.

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10 de ago de 2022, 11:50 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 12:53 p. m.

Expresiones culturales masivas como la música han sido desde siempre instrumentalizadas por intereses políticos; también la literatura. Siempre se ha dicho que desde la filosofía Adolf Hitler encontró inspiración en Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger y que la tarantela, esa composición de elación campesina, cantaba al oído de Giuseppe Garibaldi en su campaña por el sur de Italia.

Era fácil pensar, por ejemplo, que el presidente Petro iba a invocar a los desheredados con su famosa segunda oportunidad sobre la tierra, tan luminosa mención al final del discurso de García Márquez en Estocolmo. Yo lo presentía en este devenir de frases y discursos socorridos y predecibles. Pienso mejor que en este discurso hubo varias plumas, pero es claro que la peor, la previsible, fue la de “la segunda oportunidad sobre la tierra…”. Sin duda.

Cuando puse la semilla del Festival Petronio en compañía de Germán Patiño, antes que empezara el Siglo XXI, con un certamen que bauticé como “Cununo 2000”, no imaginé que esta música hermosa, apenas salida de los meandros, manglares y esteros del litoral del Pacífico, iba a ser perseguida por políticos para instrumentalizarla de acuerdo a pérfidos intereses.

Los ritmos del Pacífico no se conocían en Cali, el resto del país y el mundo hasta finales de la década del 70, o sea que hablamos de un fenómeno nuevo. Coordiné el Departamento de Investigaciones Folclóricas del Instituto Popular de Cultura, y pude ver cómo Delia Zapata Olivella fue pionera de la investigación musical en el litoral cercano. Reposan ahí, aún, las cintas magnetofónicas en las que bien quedaron grabados los cantos y arrullos de monte adentro. El dramaturgo Enrique Buenaventura exploró también las orillas del Pacífico e incorporó su música a varias puestas en escena, así como Hernando Tejada hizo otro tanto desde su luminosidad pictórica, al capturar en su paleta esa madera que deja el mar en la playa de Bocagrande, en Tumaco.

El porteño Otto Palma llevó el currulao a París -invitó también a Peregoyo y su Combo a esa ciudad, y las damas de la cultura de Cali hicieron otro tanto al traer a los festivales de arte a la tumaqueña Mercedes Montaño Araujo, la Reina del Currulao.

Una de las tareas más importantes fue protagonizada por mi pariente Esteban Cabezas Rher y Leonor González Mina desde los años 60; juntos, grabaron para Sonolux el larga duración: ‘Cantos de mi tierra y de mi raza’ en 1964, donde aparecen por primera vez composiciones como Tío Guachupecito, El rey del río, La Mina, La canoa ranchada-patentada años después por Jairo Varela, aunque pertenece a la tradición oral- Berejú Currulá, inspirada esta última en un poema de Helcías Martán Góngora. Esteban es quien trae a Fanny Mickey a Colombia, en barco, por Buenaventura, y lleva la música del Pacífico a la exposición universal de Osaka, Japón, en 1970, con la Negra Grande y el Trío Montecarlo.

Pero es solo a partir de 1967 cuando los cantos de selva, interpretados solo con marimba, guasá, bombo y cununo, se trasladan a la composición orquestal con la dirección de Enrique Urbano Tenorio, Peregoyo, y su combo Vacaná, nombre que traduce Valle, Cauca y Nariño. No sabemos por qué Peregoyo no incluyó al Chocó, cuando una de las melodías de su primera producción fue Maximina, orgullo chocoano. En este sentido, Peregoyo, quien fuera también mi profesor en el colegio Pascual de Andagoya del puerto, fue nuestro Ignacio Piñeiro, el encargado de convertir esta música ‘folclórica’, en un rito de bailadores.
Así las cosas, el Petronio es usado hoy, sin ninguna vergüenza, como plataforma política, por representar la música de un sector de la población secularmente olvidado, vulnerable, ajeno a las oportunidades de la otra Colombia. La población afro, protagonista principal de estas hermosas expresiones que incluyen además gastronomía, moda, artesanías, coloquios, literatura, debe estar avisada de la utilización que quieren darle a este movimiento los políticos sin entrañas.

Ayer empezó el Petronio; la mejor respuesta a quienes van ahí a pescar votos, a instrumentalizar la cultura del Pacífico, es una cerrada rechifla.

Medardo Arias Satizábal, periodista, novelista, poeta. En 1982 recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría Mejor Investigación. En tres ocasiones fue honrado con el Premio Alfonso Bonilla Aragón de la Alcaldía de Cali. Es Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, 1987, y en 2017 recibió el Premio Internacional de Literaturas Africanas en Madrid, España.

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