Vivió para servir

Mi personaje de hoy es de esos últimos hombres de bien, infinitamente modestos y sencillos, que alcanzó sus logros sin más padrinos que su inteligencia y esa actitud generosa que siempre le caracterizó...

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8 de ago de 2022, 11:55 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 12:53 p. m.

En este mundo en que vivimos de héroes de barro, que ganan indulgencias con camándulas ajenas, que todo lo compran con dineros de dudosa procedencia incluyendo títulos universitarios y hasta presidencias, y luego borran esos sucios pasados con más plata, las personas realmente valiosas son cada vez más escasas.

Mi personaje de hoy es de esos últimos hombres de bien, infinitamente modestos y sencillos, que alcanzó sus logros sin más padrinos que su inteligencia y esa actitud generosa que siempre le caracterizó, granjeándose la admiración de sus superiores, el cariño de sus subalternos y el respeto de cuantos le conocieron.

Este personaje, nacido en el Ecuador llegó de 3 años de edad a Palmira y por razones del trabajo de su padre terminó en unión de su familia viviendo en La Paila, habida cuenta que su progenitor fue un ingeniero empírico que laboró en el ingenio Riopaila por muchos años.

A pesar de haber padecido Guillain-Barré, ello no le impidió ir todos los días desde La Paila hasta Buga en donde se bachilleró en el Colegio Académico de la Ciudad Señora con todos los honores, presentándose luego en la Universidad del Valle a estudiar economía, en donde llegó a ser uno de sus mejores estudiantes.

Siendo monitor fue recomendado al que con los años llegó a ser su mejor amigo, quien lo recogió en un tractor para que le ayudara en la parte financiera de un ingenio que estaban desmontando donde hoy queda el centro comercial más grande de Cali.

En poco tiempo llegó a la subgerencia de la que se convirtió en la empresa inmobiliaria que transformó el sur de Cali y se le fue pegando el sentido altruista de sus jefes, que no tuvieron el menor reparo en entregarle a la Universidad la ‘pendejadita’ de un millón de metros cuadrados (la donación más importante hecha en Latinoamérica para la construcción de una ciudad universitaria).

Muchos años después asumió la gerencia general de esta constructora que donó además los terrenos para la considerada mejor clínica de Sur y Centro América, el inmenso lote del Centro de Eventos Valle del Pacífico, siguiendo siempre las instrucciones de los socios de la compañía y contagiándose aún más de esa vocación de servir que ha caracterizado a esa familia, verdaderamente ejemplar.

Modesto, cálido y humano, formó una familia excepcional, su esposa le ayudó a sacar adelante sus tres hijos que hoy ocupan destacadas posiciones en el mundo de las finanzas de este país y le cupo el honor y la responsabilidad por muchos años de presidir la junta directiva de uno de los dos primeros colegios bilingües de Cali.

Pero su ciclo vital no terminó allí. Paralelamente, con su arduo trabajo fue miembro entre otras, de las Juntas Directivas de la Fundación Valle del Lili, Cencar, Club Campestre, Unicentro, Ladrillera Meléndez, Colpatria, Laboratorios JGB y el Consejo de la Universidad de San Buenaventura, quedándole tiempo para oír a la gente, dar consejos e impulsar a muchas personas que hoy le rinden un tributo de gratitud y admiración (yo, uno de ellos).

Luis Alfredo Maldonado por poco llega a los 80 años y toda la gente de Constructora Meléndez lamenta su partida incluyendo, como no, a su amigo “el doctor Carlos Jorge”, como solía decirle este Lucho que vivió para servir.

Administrador de Empresas, Abogado y periodista por vocación. Director y fundador de MF Publicidad Mercadeo Limitada, al igual que de los programas Mario Fernando Piano y Oye Cali. Galardonado en dos oportunidades con el premio Simón Bolívar de periodismo. Escribe para El País hace más de 40 años.

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